PROGRAMA 1X16: PERFIL DE UN ASESINO: JEFFRY DAHMER

En el programa de esta semana analizamos el perfil de uno de los asesinos en serie más polémicos de la historia: Jeffry Dahmer, el carnicero de Milwaukee. Destaparemos su historia y la gravedad de sus crímenes para planteamos la pregunta: ¿qué dio lugar a que este hombre se convirtiera en un monstruo?

También comentaremos el extraño sonido 'Hump' captado en Cádiz a principios del mes de enero y para el que aún no se ha dado una explicación. Nosotros hemos expuesto varias teorías de lo que puede causar ese extraño sonido recogido en varias partes del mundo y que ha sido nombrado como 'lamentos de la Tierra' o 'trompetas del Apocalipsis'.

En nuestro Archivo Oculto desvelamos la trama UMMO, un extraño mensaje y plan elaborado aún no sabemos por quién que quiso realizar un encuentro con extraterrestres y seres humanos en España en los años 50 y 60, aprovechando aquella historia de "la piedra que vino de Marte". Una historia que se quiso quedar como un fraude pero que aún no conocemos por qué se quiso realizar, por lo tanto contaremos todo el proceso y como siempre dejaremos la pregunta en el aire, ¿fue de verdad un encuentro o se originó todo el fraude a partir de un supuesto encuentro? ¿Una broma pesada quizá?

En la Zona Ovni de esta semana contamos el caso del gigante de Cantabria, una extra figura que se posó en la ventana de uno de los humildes aldeanos de Puente de San Miguel. Una figura alta y resplandeciente que atemorizó a un testigo en particular cuando se le quedó mirando a través de la ventana de su habitación.

En nuestra sección de Noticias informamos sobre un extraño caso ocurrido a una niña de 12 años en Yemen con la extraña secreción de piedras lacrimales; unas extrañas apariciones fantasmales que están provocando el terror en un geriátrico de Estados Unidos; un nuevo descubrimiento arqueológico en Israel que podría poner en entredicho la historicidad de la Biblia; y el descubrimiento en Reino Unido de las huellas humanas más antiguas de Europa.

En La Otra Cara del Cine recordamos y analizamos Henry: Retrato de un asesino (1986), dirigida por John McNaughton, una película de bajo presupuesto que supuso un impacto en el momento de su estreno por sus fuertes escenas y por contar la historia real de Henry Lee Lucas, otro de los peores asesinos en serie norteamericanos.

Jeffrey Lionel Dahmer, más conocido como el carnicero de Milwaukee fue uno de los asesinos en serie más populares del siglo pasado, no fue precisamente un asesino con muchas víctimas en su historial, el verdadero horror estaba en la crueldad y el modo despiadado en que acababa con ellas. Nació un mes de mayo de 1960 en la ciudad de Milwaukee (estado de Wisconsin, EE UU). Y prácticamente su infancia fue muy feliz, y este es uno de los factores que se suelen estudiar primero en estos casos, la infancia, la etapa donde se dice que es fundamental para la construcción de la personalidad. Pero todo ese mundo de felicidad y de alegría que vivía empezaba a cambiar cuando su personalidad se estaba volviendo a un chico más tímido, y que curiosamente se empezaba a aficionar a diseccionar animales y buscarlos muertos por los alrededores.


La infancia de Jeffrey pasaba con normalidad hasta que empezó esa extraña afición, en el colegio pasó a ser un marginado, y muy joven empezó a meterse en la bebida y a encenderse su apetito sexual hacia su mismo género. Mientras tanto sus padres estaban con fuertes discusiones y con visos de divorciarse en cualquier momento. Años antes tendría un hermano con el que los padres pensarían que Jeffrey ya no estaría tan solo y que le ayudaría a relacionarse aún más, pero nada de eso le haría cambiar. Ya no sólo es que se encendiera ese apetito sexual, sino que empezaba a encenderse la llama de la maldad, de querer probar lo que es matar a una persona para conseguir uno de sus deseos sexuales “dormirse y masturbarse al lado de su víctima fallecida”, y su primer objetivo era uno de sus vecinos, uno de los que habitualmente salían a correr temprano por la zona. Una mañana, Jeffrey decidió esperarle escondido con un bate en la mano para cometer su primer asesinato, pero no apareció, por lo tanto, Jeffrey Dahmer nunca más lo volvió a intentar.


La imaginación y la curiosidad de Jeffrey, alimentada por el alcohol y las drogas, le llevó a realizarla con Steven Hicks, un autoestopista que lo recoge y lo lleva a la casa de sus padres cuando ellos estaban de viaje. Allí lo emborracha y se acuestan juntos, y cuando Hicks le comunica que se quiere marchar, Dahmer lo mata. Más tarde confiesa que uno de sus métodos era matar a sus amantes para que no le abandonaran. Lo hizo con una barra de pesas (que sabrán que es un arma bastante pesada). Su primera víctima fallecida había sido consumada, pero ahora el dilema de Dahmer estaba en cómo sacaba el cadáver de la casa de sus padres. Lo descuartiza. Lo guarda en bolsas de basura y lo mete en el coche para llevarlo lejos y enterrarlo. Pero mientras viajaba con el cuerpo de Steven Hicks cortado a trozos, fue parado por una patrulla de policías en la fría y oscura noche en la que vagaba sólo por aquellas carreteras estatales, nunca llegaron a descubrir aquellos agentes lo que contenían aquellas bolsas. Nunca.

Cuando sus padres se separan, Jeffrey Dahmer empezaba a evolucionar a una personalidad violenta, retrotraída e inmerso en el alcohol. Los primeros años se va a vivir con su padre, no conseguía tener ninguna afición ni quería trabajar. Su padre lo matriculó en la Universidad de Ohio, pero Jeffrey no ponía interés para nada, sólo lo ponía hacia su orientación sexual y en conseguir alcohol a toda costa. Prácticamente era un caso perdido, ni llevarlo al psicólogo funcionó para salvarlo, ya que más tarde se conocería que se saltaba sus citas a la consulta saliendo por la puerta de atrás y vagando solo por las calles en estado, siempre, de embriaguez.

Pasaron varios años hasta que la segunda víctima cayó en sus manos, era el año 1987. En un bar de homosexuales conoció a Steven Toumi, los dos fueron a un hotel de las afueras y cuando Jeff se despertó, encontró a Toumi muerto a su lado. No recordaba haberlo matado, pero tenía la boca llena de sangre. Metió el cuerpo en una maleta y lo llevó al sótano de la casa de su abuela, donde vivía en aquella época. Allí, lo descuartizó y lo tiró a la basura, no sin antes copular con el cadáver.

Las víctimas se seguían consumando, hasta que consigue mudarse en solitario y allí empezaba a fomentar el asesinato pero con otras formas como el de fotografiar a sus víctimas descuartizadas. A esconder sus cabezas cortadas en el frigorífico, o a arrancar sus corazones para comérselos posteriormente con el pretexto de que quería que sus amantes fuesen parte de él.

La obsesión de dormir con los cadáveres o de masturbarse frente a ellos eran el símbolo de su identidad. Pero también se interesó por lobotomizarlas, con un taladro, le hacía un agujero en el cráneo a la víctima estando consciente y les vertía ácido para “zombificarlos”. Otra forma macabra más de lo que estaba convirtiéndose Jeffrey Dahmer, en un asesino sin escrúpulos, en un psicópata y necrófilo que disfrutaba de sus “creaciones” entre comillas, inmortalizándolas en fotografías que coleccionaba en sus álbumes de fotos. Aquel apartamento era el escenario de la representación de la maldad en persona, si se puede calificar como persona lo que estaba provocando.

La horma de su zapato lo iba a encontrar cuando una de sus víctimas, Tracy Edwards, se reveló contra él y conseguía escapar de casa de Dahmer esposado en sus muñecas y sin saber cómo lo había hecho. La policía consiguió encontrar a Edwards sano y salvo y le informó dónde vivía su secuestrador. Lo primero que se encontraba la policía al entrar en aquel lugar era un espantoso hedor, el apartamento apestaba a muerte, lo primero que encontraron fue su colección de polaroids con fotografías con cuerpos abiertos en canal y descuartizados de sus víctimas. En la nevera encontraron una cabeza humana, todavía tierna, y varias calaveras. En un armario hallaron varios miembros humanos en estado de descomposición. De la barra de la cortina de la ducha colgaba un esqueleto casi completo y, en otra habitación, una tétrica colección de órganos sexuales masculinos amputados y conservados en jarrones con formol, donde Dahmer solía masturbarse. En su conjunto, la casa en todos sus rincones era un lugar de verdadera pesadilla.



La verdad es que Dahmer podía haber sido detenido unos meses antes, cuando Konerak, un chaval de 14 años, consiguió también escapar de él y corría desnudo por la calle. Unas chicas del barrio avisaron a la policía de este hecho y fíjense en el acto total de negligencia de aquellos agentes, que devolvieron a Konerak al propio Dahmer, que zanjó la cuestión diciendo que el chaval, que tenía 18 años y era su amante, había cogido una rabieta por una pelea de enamorados. Por supuesto, Konerak no disfrutó de una segunda oportunidad. Lo más sorprendente del caso de este chaval es que también era asiático y que era el hermano de Kyson, el niño de las fotografías por el que estaba cumpliendo su condena unos meses antes denunciado por abuso de menores. Por lo tanto, estaba claro que le gustaba escoger a víctimas menores de edad y que fueran de raza negra o asiática.

Esta es la historia de Jeffrey Dahmer, alguien que no sabemos aún cómo calificarlo, alguien que nunca llegó a socializase y su interior emocional se fue degradando mientras llenaba su enorme vacío con fantasmas. Fantasmas que acabaron por convertirlo en un monstruo sin sentimientos.
 

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