En
este nuevo programa nos adentramos en el mundo de los SUEÑOS PREMONITORIOS o
SIMETRÍAS CRONOLÓGICAS. A lo largo de la historia se han dado caso de muchas
personas importantes y en muchas culturas de sueños que han dado vaticinios
importantes para el devenir de una población, o incluso de muertes anticipadas.
Desde los orígenes de esos primeros sueños en Mesopotamia, pasando por el
Antiguo Egipto, Imperio Azteca hasta llegar a casos como el de Abraham Lincoln.
También contaremos casos de sueños personales y de otros testimonios recogidos.
LOS
GIGANTES DE GALDAR: En el año 1976 se produjo un encuentro extraño en Canarias,
en la localidad de Galdar se sigue contando esta historia de aquellos
"gigantes" de luz que se aparecieron aquella noche y que fueron
catalogados como seres de otro mundo, ¿quiénes fueron en realidad?
ARCHIVO
OCULTO: Proyecto OX-CART ("carro de bueyes"). Caso ovni ocurrido en
Rachel, Nevada, donde comenzó uno de los proyectos para explicar todas las
teorías de avistamientos ovnis en las décadas de los 60, 60 y 70. ¿Cómo ocurrió
todo esto? ¿Es este caso la explicación de muchos avistamientos o simplmente es
otra tapadera?
NOTICIAS:
Desenterrado cadáver de un "vampiro" en Bulgaria; Encontrada una
piedra singular en un jardín de Berlín que ha resultado ser un meteorito de hace
mil millones de años; Nuevos tesoros vikingos encontrados en Escocia;
Declaraciones del Director de la NASA sobre vida en Marte.
LA
OTRA CARA DEL CINE: Analizamos la película Funny Games (1997), del director
austríaco Michael Haneke. Una película que rompió muchos estereotipos y cánones
y que quizás no ha llegado a ser tan conocida pero sí que utilizó muchos
recursos que la hicieron convertirse en una película muy psicológica y especial
para los que de verdad aman el cine de terror. Además de que ha sido la única
película que ha tenido un remaje tan idéntico a la primera, es decir, mismas
escenas, mismo diálogos, mismas técnicas,...
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La
historia de los sueños premonitorios se inicia en Mesopotamia, el país situado
entre el Tigris y el Éufrates que hoy constituye Iraq. La cuna de las primeras
escrituras, y una provincia donde se rendía culto a miles de dioses. Algunas de
las divinidades más importantes representaban las fuerzas elementales, como
Enlil, dios del viento y las tormentas, o Enki, el dios de las aguas.
En
la antigua Sumeria es donde comenzaban los primeros cultos a los dioses, lor
primeros sistemas de adivinación, los primeros augurios. En ese mundo dirigido
por los dioses se consideraba que la capacidad de interpretar los sueños era
una tarea difícil que requería gran experiencia. En la literatura mesopotámica
las premoniciones inducidas por el sueño tuvieron gran importancia. Las
primeras epopeyas contadas en aquella escritura cuneiforme dedicadas al rey de
la ciudad-estado de Uruk, Gilgamesh, cuentan muchas acciones importantes que
aparecen anticipadas en sus sueños. Destacan dos presagios simbólicos de su
encuentro con el salvaje Eabani, que en principio era su rival para luego
convertirse en su amigo. El nombre de Eabani iba a ser muy importante en
aquella primera cultura, sobre todo porque fue él el que tuvo la primera visión
en sueños viendo la enfermedad mortal que iba a contraer Gilgamesh y que
finalmente acabó llevándoselo. Eabani se lo comunicó antes de su muerte, y esa
visión se convirtió en una de las primeras premoniciones de muerte conservadas,
con una nota de fatalismo que se repite en toda la cultura mesopotámica.
En
el Egipto faraónico se consideraba que los sueños eran “revelaciones de la
verdad”. Los sueños eran a veces considerados visiones fugaces de una realidad
superior, y su significado no afectaba sólo a la persona que los había tenido. La
interpretación que se hacía de los sueños por los egipcios era a través de las
imágenes oníricas. Los sacerdotes poseían los libros de sueños que explicaban
aquellas imágenes y que hoy en día aún se siguen interpretando de la misma
forma. Así, soñar que uno se sumerge en un río significaba una purificación del
mal, soñar con relaciones sexuales era algo desfavorable y presagiaba una
tragedia, o, ver una ostra en sueños significaba que iba a producirse un
acontecimiento perjudicial.
La
Biblia recoge el sueño profético más conocido del Antiguo Egipto. El protagonista
de la historia es José, quien con la ayuda de Dios explicó correctamente varios
sueños premonitorios, en especial la célebre visión del faraón en la que salían
del Nilo siete vacas gordas que posteriormente eran devoradas por siete vacas
flacas que también emergían del río. Aquél extranjero llamado José consiguió
definir el sueño del faraón como los siete años de bonanza que estaban próximos
a llegar a su reino, pero que luego se convertirían en siete años de pobreza.
El faraón quedó tan impresionado ante tal explicación que decidió regalar a
este hebreo parte de su riqueza y lo nombró gobernador de Egipto, otorgándole
la responsabilidad necesaria para introducir las modificaciones que fueran
necesarias con el propósito de evitar ese desastre. Este realto ilustra la
importancia que daban los antiguos faraones egipcios a esos sueños
premonitorios, y plantea interrogantes sobre el hecho de que se otorgara un
puesto tan relevante en la corte a un extranjero. De hecho, esta historia
siempre se ha contado como un mito pero los eruditos cuentan que en los siglos
XVII y XVI a.C. se vivió una época de conflictos durante la cual gobernantes de
estirpes semíticas gozaron de gran poder en el Bajo Egipto, fecha que coincide
con la supuesta detención de este tal José. No es la única historia de “sueños
que se cumplen” ocurrida en el Antiguo Egipto. Una tablilla desenterrada en
1818 y que fue encontrada a los pies de la esfinge de Giza se cuenta como el
reinado de Tuthmosis IV se produjo a través de una visión onírica de éste
cuando aún era un joven príncipe. En su sueño, la esfinge, que por entonces se
hallaba cubierta de arena hasta el cuello, habló a Tuthmosis, y le dijo que un
día sería rey de Egipto, aunque en ese momento los aspirantes al trono eran sus
hermanos mayores. El propio Tuthmosis encargó a unos obreros que quitaran la
arena que rodeaba el cuerpo de la criatura. Años más tarde el príncipe llegó al
trono, tal como le había anunciado la Esfinge, y tal como se lo contó lo plasmó
en una tablilla de granito que colocó en las mismas garras de la gran Esfinge,
como guardando el poder que le dio a su reinado.
Los
sueños proféticos también se produjeron en el gran Imperio azteca. El emperador
Moctezuma II fue testigo de un presagio onírico que le avisaba de una
catástrofe. En ese sueño aparecía un gran pájaro gris con un espejo negro en la
frente. El monarca reconoció ese espejo: era el cristal adivinatorio del
temible dios Tezcatlipoca. Al mirar en ese espejo, el rey se encontró
contemplando el cielo nocturno con sus estrellas, pero éstas se desvanecieron
para mostrar la imagen de unos guerreros extrañamente vestidos con armas nunca
vistas. Alarmado ante este presagio, el monarca solicitó a sus súbditos que
hubieran tenido sueños extraños que fueran a la corte y se los contaran, pero
todos los que lo hicieron fueron castigados por llevarle malas noticias, casi
todos los sueños que le relataban eran similares al que él mismo había tenido.
Aquella imagen de esos guerreros extraños montados en unos animales extraños
representaba la llegada de los conquistadores españoles a caballo, dispuestos a
acabar con su imperio. Esos propios presentimientos nefastos de Moctezuma y de
muchos de sus lugareños acabaron advirtiéndolos, pero no pudieron evitar la
catástrofe.
Pero
si hablamos de premoniciones de muerte en sueños hay que hablar de un
presidente en concreto: ABRAHAM LINCOLN. Una tarde de abril de 1865, Abraham
Lincoln había invitado a un grupo de amistades a la Casa Blanca. En aquella
reunión para celebrar la victoria de su bando en la Guerra Civil, salió el tema
de los sueños. A Lincoln le fascinaba peculiarmente este tema, se consideraba
un seguidor de todas las escrituras que hablaban sobre ellos y el poder que
tenían. Y en aquella misma reunión se atrevió a narrar un sueño propio que le
había preocupado durante varios días. En ese sueño, el propio Lincoln se veía
en la Casa Blanca, vagando sin rumbo de habitación en habitación hasta parar al
Salón del Este, donde vio un cadáver yaciendo sobre un catafalco, rodeado por
soldados que montaban la guardia y por personas de luto. El presidente preguntó
a uno de los soldados quién había muerto, y éste le contestó que el presidente
había sido asesinado. En ese momento los que estaban en el velatorio se echaron
a llorar y cuenta Lincoln que se despertó en ese mismo momento y que ya no pudo
dormir más. Tres días más tarde de aquella visión, Lincoln fue tiroteado por
John Wilkes Booth mientras presenciaba una obra en el Teatro Ford, en
Washington. El presidente murió a la mañana siguiente, a las siete horas y
veintidós minutos calcada a la misma situación que el presenció en su sueño
velatorio.
Es
curioso el sueño profético que tuvo Lincoln pero más curios es sin duda las
coincidencias que tiene con otro presidente americano que también fue asesinado
y que también fue muy importante: John F. Kennedy. Tanto Abraham Lincoln como
John F. Kennedy antes de iniciar sus respectivas carreras políticas fueron
capitanes de barco, hecho anecdótico de no ser por el resto de coincidencias,
ya que si Lincoln fue electo al congreso en 1846 y elegido presidente en 1860,
Kennedy llegó a los mismos cargos los
años 1946 y 1960. Ambos fueron víctimas de un tiro mortal en la cabeza un
viernes. Lincoln se encontraba en el balcón número siete del teatro “Ford” y
Kennedy viajaba en un “Ford” modelo “Lincoln”, concretamente el número siete del desfile presidencial. El paralelismo
entre los dos presidentes, como podremos comprobar, no solamente afectan al
personaje en cuestión, sino también a la gente de su entorno e incluso a sus
“sicarios”. El asesino de Lincoln (John Wilkes Booth) nacido en 1839, disparó
en un teatro y lo encontraron escondido en un almacén. El de Kennedy (Lee
Harvey Oswald) nació en 1939, disparó
desde un almacén y se escondió en un
teatro. Ni Boot ni Oswald llegaron a juicio, ya que fueron tiroteados y muertos
antes de este. Como dato curioso hemos
de decir que los nombres de los dos asesinos (como se hicieron conocidos)
constan de 15 letras y los de sus víctimas, Kennedy y Lincoln de siete. ¿Otra
casualidad?
Pero
aquí no terminan los paralelismos, ya que las iniciales de los hospitales donde
fueron trasladados de urgencia los dos presidentes son las misma, Lincoln al
“Paterson House” y Kennedy al “Park Hospital”. En el momento del crimen iban
acompañados por sus esposas y no resultaron heridas. Siguiendo con las coincidencias
de la gente más cercana a los mandatarios, la mujer de Kennedy sufrió un aborto
natural mientras residía en la Casa Blanca como su antecesora la primera dama
Mary Tood Lincoln cien años antes. El apellido del secretario de Lincoln era
Kennedy, por otro lado, la secretaria de Kennedy se llamaba Lincoln, los
sucesores de los dos presidentes se llamaban Johnson. Andrew Johnson nacido en
1808 fue el de Lincoln y murió 10 años después que su predecesor. Lindon Johnson nació en 1908 sucedió a Kennedy y
también murió diez años después de este. Fíjense que esto ya tiene que ver poco
con los sueños premonitorios pero son destacables estos datos que demuestran lo curioso de las casualidades. Porque si la
población mundial en 1860 era de 1.410 millones de personas, y la de 1960 era
de 3.023 millones (aproximadamente) que Sumadas nos dan una cifra total de
4.433 millones de habitantes, qué casualidad que entre toda esa cantidad de
gente dos personas en concreto tan importantes para la historia de un país, con
casos muy similares, y con ambos teniendo sueños históricos para el devenir de
su población tengan todas esas casualidades en concreto. Si aún creéis en las
casualidades destaquen estos datos a partir de ahora.
Volviendo
a los sueños premonitorios, en el siglo XVIII se produjo en Londres un conocido
caso de muerte anticipada en un sueño. El 24 de noviembre de 1779 Thomas Lord
Lyttelton, un joven noble de treinta y cinco años de edad, vio turbado su sueño
poco después de la medianoche por un sonido que posteriormente describiría como
el aleteo de un pájaro situado en algún lugar de su cama. A continuación vio a
una mujer vestida de blanco, quien le señaló acusadoramente con el dedo
mientras anunciaba que moriría al cabo de tres días.
El
suceso pronto se difundió por los cafés de la ciudad, convirtiéndose en uno de
los más manidos temas de conversación. Lyttelton se retiró a su mansión en el
campo ante este anuncio tan personal, con la intención de pasar en plena paz
esos tres días que le quedaban. Según iba pasando el tiempo, el joven empezaba
a animarse: se sentía pletórico porque se acercaba su fatídico día, no le tenía
miedo a la muerte, la estaba esperando con ansia. La última noche con vida,
Lyttelton se retiró a su dormitorio a las once, convencido de que no tenía nada
que temer. Su criado le ayudó a desvestirse y después abandonó brevemente la
habitación para hacer un recado. Cuando volvió, pocos minutos más tarde, el
mayordomo encuentra a su amo tirado en el suelo con un síncope que le resultó
fatal: antes de la medianoche Lord Lyttelton estaba muerto. La premonición
había sido acertada.
Pero
los presagios que informan sobre la propia muerte no siempre aparecen en forma
de sueños. Entre las celebridades que tuvieron una premonición de su
fallecimiento se encuentra Mark Twain. En cierta ocasión, el conocido escritor
americano le dijo a un amigo que como había nacido en un año en que el cometa
Halley se acercó a la tierra, esperaba que su muerte coincidiera con la
siguiente visita del cuerpo celeste. De hecho, Twain murió a los 75 años, el
día siguiente al regreso del cometa a la tierra, el veinte de abril de 1910.
El
compositor Arnold Schoenberg, muy supersticioso respecto a los números, temía
particularmente al trece, y llegó a convencerse de que moriría a los 76 años
porque los dígitos se esa cifra suman 13. A finales de 1950 cumplió la edad
fatídica, y a partir de entonces cada mes esperaba la llegada del día trece con
aprensión. En julio de 1951 el trece caía en viernes: Schoenberg decidió no
levantarse de la cama ese día. Pero ni siquiera su cautela lo salvó. El
compositor falleció exactamente 13 minutos antes de la medianoche, y su última
palabra fue “¡Armonía!”.
Pero
es curioso hasta el punto en el que llega la sincronía onírica, que incluso en
ciertas ocasiones cruzan hasta la barrera de las especies. El novelista Henry
Rider Haggard, autor de Las minas del Rey Salomón soñó que el perro de su hija
yacía en la maleza, cerca de un lugar con agua. En palabras de Haggard, el
animal “transmitió a su mente de un modo indefinido la certeza de que estaba
muriéndose”. Al despertar, narró ese sueño a su esposa. La parece se enteró
posteriormente de la desaparición del perro, cuyo cadáver fue encontrado más
adelante en una presa de un río cercano al hogar familiar. Haggard llegó a la
conclusión de que el animal se había comunicado con él “poniendo la parte de su
ser que puede recibir esos impulsos cuando está encadenada por el sueño en su
terrible posición”.
Sean
como sean, los sueños siguen aportándonos mucha información, todos los
elementos que aparecen muestran un símbolo, una acción, un sentimiento,… cada
noche se producen, de muchos no nos acordamos pero los casos de premoniciones
se siguen dado.
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