ARCHIVO OCULTO: "El Auschwitz japonés". No sólo las SS alemanas tuvieron la fama de haber sido macabros experimentadores con personas civiles y diferentes a ellos. En Japón también hubo un curioso escuadrón que experimentó de la peor forma con muchas personas inocentes sin saber el para qué, pero algunos de esos horripilantes experimentos serán relatados en esta sección.
NOTICIAS: Extraña mancha en las costas cercanas a Bolivia; Aves rapaces australianas utilizan el fuego para cazar a sus presas; Túneles subterráneos bajo la ciudad mexicana de Puebla; Negligencia cometida contra la máscara de Tutankamón; Alineación de planetas que podrá verse a simple vista.
LA OTRA CARA DEL CINE: "Apollo 18". Película de metraje encontrado que especula sobre lo que ocurrió en esa supuesta última misión de alunizaje. La analizamos.
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La
película Buried ha sido de las últimas películas de este nuevo siglo que nos
volvió a traer de nuevo el temor antiguo a ser enterrado vivo. Un terror
antiguo sí, pero que aún hoy en día, con la tecnología que tenemos, sigue
siendo una de esas situaciones que ni queremos imaginar que nos pase. Es una
forma de agonía que casi se puede decir que llevamos todos en los genes y que a
toda costa queremos evitar que pase. Y se ha utilizado cantidad de técnicas,
algunas rudimentarias pero efectivas, como por ejemplo el dejar reposar el
cuerpo moribundo durante unas 48 horas como mínimo una vez fallecido para ver
si de alguna forma había alguna reacción que produjese de nuevo el regreso a la
vida. Una técnica: “la de la espera del fallecido”, que se le ocurrió al mismísimo
George Washington que ante ese enorme terror que tenía les pidió a sus médicos
que cuando llegase el momento de que falleciera que por favor mantuviesen su
cuerpo durante 3 días sin enterrarse. Osea que fíjense como personas tan
importantes de la historia han tenido ese miedo y que han querido evitarlo a
toda costa. Pero el miedo viene de muy atrás, incluso de la Edad Media, porque
si hablamos de técnicas rudimentarias para evitar ser enterrado vivo fíjense
esta tan curiosa donde al fallecido se le enterraba con un cordel que
atravesaba la pared del féretro y la tierra y que iba atada a la lápida que a
su vez iba atada una campana para que así, si el fallecido despertaba, pudiera
tirar de ese cordel y hacer sonar esa campana. ¿Se imaginan ahora de donde
viene la expresión “Salvado por la campana”?
La técnica de la campana atada a la lápida, muy usada desde la Edad Media. |
Las evidencias de gente enterrada en vida han
sido demostradas incluso en fotografías en las que se muestran rostros con
gestos de terror, con bocas abiertas que podrían señalar la última bocanada de
oxígeno que le restaba en el féretro. Cadáveres donde se ven reflejados el
gesto de la locura claustrofóbica vivido en esos últimos momentos de confusión.
Fotografías de rostros que demuestran que ser enterrado vivo es peor que la
propia muerte.
www.pordebajodelossecretos.com |
En
este tipo de fenómenos entra en juego el fenómeno de la Catalepsia. Un
hecho biológico del cuerpo humano que deja al cuerpo totalmente inmóvil, sin
aparentes signos vitales, donde no se aprecia respiración, ni pulso ni ritmo
cardíaco. Hoy en día esto está mucho más controlado y salvo algún caso especial
como el ocurrido en Honduras, la medicina ha tenido grandes avances para
conocer si de verdad la persona está totalmente muerta. Cosa que con un
electroencefalograma se sabe rápidamente. Pero aún en ciertos lugares de Europa
del Este como en Hungría todavía se utiliza el método de la aguja que pincha la
planta del pie para ver el color de la sangre que mana. Porque si la muerte es
como un sueño profundo del que uno nunca se despierta de forma física, imagínense
lo que supone despertarse de un largo letargo y vivir la pesadilla horrendo de
verse encerrado en un ataúd.
Se llama tapefobia al miedo irracional y persistente a la idea de ser enterrado vivo, como consecuencia de haber sido diagnosticado muerto prematuramente. Fotograma de la película Buried (Enterrado).
El
historiador Plinio “el viejo” ya documentó en su momento de algunos episodios
de este tipo de personas que fueron encerradas en sus féretros creyendo que
estaban muertas y luego ver que volvían a casa andando por su propio como acto
de resurrección en el último instante antes de ser enterrado del todo. Otros
grandes filósofos de la historia como Plutarco o Platón también relataron en sus
escritos sucesos semejantes de “despertar” antes de dar el último adiós a la
persona. Casos como el del cónsul Acilio Aviola, o el pretor Lucio Lamia, cuentan
que despertaron en sus respectivas piras funerarias antes de ser incinerados.
Por entonces la medicina no estaba tan avanzada para saber que un paro cardiaco
no significa la muerte definitiva, pero claro, en esos tiempos no se conocía el
efecto de la epilepsia, la hipotermia o la propia intoxicación por drogas que
podría paralizar momentáneamente el ritmo cardiaco de una persona. E incluso el
mítico médico griego Galeno ya mostró en su momento que el ser humano no muere
del todo ante un caso de asfixia, desmayo o histeria (y eso que aún no se
conocía la catalepsia). Y ante esta revelación del célebre médico, parecía que
morían más personas por asfixia por estar encerrados que por muerte natural.
Los
casos de vampirismo y de endemoniados tuvo mucho que ver en esta historia. E
incluso los viejos tratados de alquimia y de magia como se destaca en una publicación
de la revista Año Cero sobre este asunto con el libro de Christian Friedrich
Garmann De miraculis mortuorum (http://www.revistaañocero.com/secciones/historia-ignorada/misterio-enterrados-vivos).
Un tratado de doce mil páginas que se publicó en 1670 donde se empezó a contar
cómo algunos cadáveres muertos eran capaces de crecer, de moverse o incluso de
tener todavía pulso una vez que era depositado en una tumba para ser enterrado.
Era el principio de la creencia y superstición de una serie de relatos que
empezaron a sembrar en la mente colectiva de entonces ese miedo atroz a ser
sepultado bajo capas de arena y que nadie pudiese ayudarle a salir de esa penumbra.
Porque algunos de los casos comentados en este libro iban incluso un poco más
allá, las historias iban ya no sólo de encontrarse cadáveres con el gesto de la
desesperación en sus rostros, sino de encontrar dedos mordidos por la ansiedad,
ropas raídas por al agobio o incluso casos de mujeres que dieron a luz dentro
de ese féretro cuando fueron enterradas por error creyendo que el embarazo había
acabado con ellas.
Tuvieron que pasar 50 años para que el libro Disertación sobre la fiabilidad de los signos de muerte, del médico y traductor francés Jean-Jacques Bruhier, explicase que esos fenómenos no se debían a la actuación de vampiros, sino al imperdonable hecho de haber enterrado vivas a tan desdichadas personas. Bruhier suponía que al despertar de su letargo, el “muerto” se automutilaba en pleno ataque de histeria al descubrir su verdadera situación, llegando incluso a comerse sus mortajas.
Y
de alguna forma, en algunos países, comenzaron a tomar medidas para darse
cuénta de si el muerto podía despertar a las pocas horas o a los pocos días. Repetimos que es un tiempo en el que la tecnología y los avances de la
medicina no eran tan convincentes Y así comienza una extraña costumbre en
Alemania como fueron “Las casas de muertos”. Y es una treta (por
llamarlo de alguna forma) interesante que al leerlo en un artículo de la
revista Año Cero descubres cómo este tipo de locales o almacenes de muertos (Leichenhaus
las llamaban) se contruyeron con ese motivo específico de albergar cadáveres en
un entorno cálido y casi apiñados a la espera de que el olor de la putrefacción
o el “despertar” físico del cuerpo certificara el estado final “médico” en
aquellas curiosos recintos.
Pero
la medida definitiva contra el miedo a morir enterrado vivo parecía ir más bien
dirigida al ataúd. Curiosamente a finales del siglo 18 el duque Fernando de
Brunswick ideó una especie de féretro especial para él mismo en el que llevaba
provisto una ventanilla que dejaba entrar la luz, un respiradero y la tapa en vez
de llevar clavos como era habitual llevaba cerradura, como muchos de ahora,
pero por entonces todavía los ataúdes iban clavados a martillo prácticamente.
Pero ya el hecho de diseñar féretros para evitar la asfixia ante la
resurrección era muy variada con la irrupción de la Revolución Industrial:
desde colocar tubos que sobresalían de la tierra para respirar o para pedir
oxígeno si se despertaba, pasando por la colocación de hilos que iban atados a
la campana de la iglesia del cementerio o colocada sobre la lápida como hemos
comentado al principio hasta, fíjense ya hasta qué punto se llegaba, poner
timbres mecánicos que iban internos en el ataúd. Y a pesar de que se han
presentado patentes de todo tipo para diseñar ataúdes de seguridad, esto no erradicaba el miedo a morir enterrado
vivo hasta que la medicina consiguió avanzar en el terreno de la ciencia
forense. Pero hasta que se llegó a eso, fíjense cómo era la situación, que
muchos dejaban reflejado en su testamento que cuando le llegara su hora de morir
y de ser enterrado, le decapitaran su cabeza o le enterrasen con las venas
abiertas para no vivir el momento de la asfixia.
A comienzos de los años 80 del siglo XX, la prensa alemana publicó una serie de reportajes sobre posibles fallos en el diagnóstico de la muerte de diversos ciudadanos. Realmente no hubo datos concretos para asegurar que esas personas habían sido enterradas vivas, pero los diarios sensacionalistas hincharon la noticia hasta crear un tremendo clima de alarma social.
CASOS
Isaac Ramirez Perez
Octubre
de 2009. Honduras. Fallece a sus 27 años tras una operación de vesícula que no
salió bien. Una vez se le hizo la sepultura en el cementerio de Azacualpa, los
vigilantes nocturnos del camposanto se dieron cuenta de que estaban escuchando
golpes y voces desde un nicho. Voces de angustia que decían “¡Sáquenme de aquí!”. Gritos que se
escuchaban perfectamente y que no eran alucinaciones ni sugestión del lugar.
Los
guardianes no quisieron dar mayor importancia a los gritos hasta que lo
comentaros con los del cambio de turno de día y entonces ahí ya se enteraron de
que el día anterior había sido sepultado Isaac, por lo que el hecho no se lo
callaron y se lo informaron a la familia que rápidamente se presentaron en el
cementerio dispuestos a abrir de nuevo el féretro. Y cuando lo abren descubren
el cuerpo definitivamente ya sin vida de Isaac, con restos de sudor como de
haber hecho un gran esfuerzo, con la camisa desabotonada y rasguños en el
pecho. Tristemente se puede decir que Isaac Ramírez vivió la verdadera angustia
de morir asfixiado en un ataúd y que no se llegó a tiempo a salvarle.
El nicho donde Isaac pidió auxilio sin éxito. |
País: Sudáfrica
Persona: Hombre de 60 años
Año: 2011
-Un día un hombre de 60 años sufrió un fuerte ataque de asma
y su familia, convencida de que éste estaba muerto pues contaba con todos los
indicios, llamó una funeraria para proceder a su enterramiento.
Los trabajadores de la morgue lo llevaron a la cámara
frigorífica y 21 horas después de haber sido introducida en ella, el hombre
despertó rodeado de cadáveres y comenzó a gritar. Dos empleados, que tuvieron
la suerte de escucharle, salieron despavoridos, pues creyeron firmemente que se
trataba de un fantasma.
Más tarde, los empleados volvieron acompañados de otros
operarios y procedieron a abrir la cámara frigorífica cuando encontraron al
hombre vivo y llamaron de inmediato a una ambulancia.
Tras pasar 6 horas en un hospital, el doctor determinó que
el hombre se encontraba perfectamente y fue enviado a casa. ¿Por qué la familia
no llamó a médicos para comprobar que en efecto había fallecido? Esa es la
pregunta a esta cuestión.
País: Brasil
Persona: un niño de 2 años.
Año: Verano de 2013
-Una familia brasileña estaba celebrando el velatorio de un
niño de 2 años que había fallecido a causa de una fuerte neumonía. Mientras
estaban sus familiares velándolo, Kevin Santos se incorporó en su ataúd y pidió
un poco de agua.
La reacción fue de una sorpresa inmediata entre los allí
presentes. Todo el mundo comenzó a gritar y a reír, pensando que un milagro
había tomado lugar y que el niño sin saber nadie como había vuelto a la vida.
Pero nada más lejos de la realidad, pues el niño antes
incluso de que el padre pudiera proporcionarle el agua, se tumbó de nuevo en su
ataúd para no despertar jamás.
FUENTE http://www.dailymail.co.uk/news/article-2155245/Dead-Brazilian-boy-wakes-funeral-asks-WATER-lying-lifeless.html
*No se pierdan más casos de enterrados vivos escuchando nuestro programa con los que aporta nuestro invitado Fermín Mayorga.
Un
ataúd mide 2 metros por 58 centímetros por 71 centímetros, con un volumen de
886 litros. La persona tiene un volumen de 66 litros, dejando 820 litros de
aire, de los cuales una quinta parte (164 litros) es oxígeno. Tomando en cuenta
que una persona consume alrededor de 0.5 litros de oxígeno por minuto, tardaría
casi 5 horas y media para consumir todo el oxígeno dentro del ataúd.
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