PROGRAMA 3X27 - MISTERIO DE LOS TERREMOTOS

Analizamos el origen y misterio de los TERREMOTOS con el experto geólogo José Luis Barrera. Cuestiones básicas y fundamentales para entender cómo se forman los seísmos y todos los factores que se pueden dar para su producción. Existen leyendas antiguas que comparaban los grandes temblores con diversas metáforas y aspectos culturales y sobre todo recordamos algunos de los mayores sismos producidos en la historia.

Este programa va dedicado a todas las víctimas afectadas y sus familias en Ecuador y Japón, cuyos últimos terremotos han sido graves para la población.

HUGO CHÁVEZ Y EL OCULTISMO: A raíz de una publicación se ha destapado los contactos que tuvo en vida Hugo Chávez con la santería y la brujería. Ese contacto ha seguido alimentando el "chavismo" que aún sigue reivindicando la memoria del ex presidente de Venezuela. Contamos el trasfondo de este asunto del lado de la conspiración y cómo no es descabellado saber que ciertos gobernantes han tenido siempre esa obsesión por los temas esotéricos.

NOTICIAS: Una familia entera es afectada por acusaciones de brujería en la India; 100 esqueletos han sido encontrados en las obras de ampliación de un supermercado en Barcelona; Un colegio de Malasia interrumpe su actividad por presencia de un fantasma; Fotografiado una figura fantasmal en el famoso hotel Stanley de Colorado.

LA OTRA CARA DEL CINE: "Suspiria, de Dario Argento (1977)". Una de las obras cúlmenes del director italiano, famoso por ser uno de los precursores del subgénero conocido como giallo que tiene que ver con el terror gore y de suspense. Esta obra tiene mucho que contar y que analizar.

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Para entender bien qué son los terremotos y cómo se producen tenemos que remontarnos al pasado y a figuras como la del cartógrafo holandés Abraham Ortelius, quien ya en el año 1596 contaba con una información tan precisa como para intuir que los continentes pudieron haber estado unidos en alguna ocasión. Ortelius teorizó que las Américas fueron “arrancadas de Europa y África… por terremotos e inundaciones”. Harían falta 350 años para que los científicos comenzaran a entender más plenamente por qué los continentes parecen un gigantesco puzzle descompuesto. Sólo hacía falta observar cómo Sudamérica podía unirse debajo de África y cómo Groenlandia parece ser la pieza puente entre Europa y Norteamérica.

Abraham Ortelius

La antigua teoría de la deriva continental –que defendió a principios del siglo XX el científico alemán Wegener– condujo, ya en los años sesenta, a la teoría de la tectónica de placas. Dicha teoría afirma que la capa externa de la Tierra, o litosfera, está fragmentada en una docena o más de placas grandes y pequeñas que se mueven unas con respecto a otras sobre materiales más calientes y móviles. La placa listosférica, en términos geológicos, sería un bloque sólido y rígido de unos 70 a 150 kilómetros de espesor, constituido por corteza y parte del manto superior, que flota en la astenosfera. La raíz de tectónica procede de una palabra griega que significa “construir”. La mayor parte de la comunidad científica está de acuerdo en que esta teoría nos acerca a una explicación sobre cómo se formaron los continentes, por qué están donde están y cómo se originan los terremotos, a través del movimiento de las placas, en concreto debido a la subducción (el contacto de una placa continental con una oceánica) y al desplazamiento lateral (las placas provocan una fuerte fricción, que genera una continua actividad sísmica). Así ocurre, por ejemplo, en la conocida falla de San Andrés, en California. En esta fricción se produce la fricción lateral del oeste de la placa norteamericana y el este de la placa pacífica.

El proceso de choque de las placas tectónicas.

En la actualidad se sabe que hay entre ocho y doce placas grandes y otras veinte menores. Todas se mueven en diferente direcciones a velocidades distintas, algunas más despacio (unos pocos centímetros al año), otras son relativamente veloces (algunos decímetros al año). Las placas no se corresponden necesariamente con el aspecto de los continentes. Por ejemplo, la placa norteamericana se delimita con la costa oeste de los EE.UU. aproximadamente (una zona con una gran actividad sísmica, con la falla de San Andrés) mientras que la parte oriental de la placa se extiende hasta la mitad del Océano Atlántico.

Como ya sabemos, la actividad sísmica se puede explicar por el movimiento de estas placas de la litosfera. Por tanto, la actividad sísmica se debe a que en las zonas de contacto entre placas se producen importantes tensiones en la corteza, que se pueden deber a la subducción, a la fricción en desplazamientos laterales o a la presión originada por el choque de dos placas. Cuando estas tensiones se descargan, se producen los terremotos.

Todos guardamos en la memoria un terremoto muy destructivo, que dio origen a un más devastador tsunami. Tuvo lugar el 26 de diciembre de 2004. Ese tsunami de reminiscencias bíblicas en poder y devastación alcanzó Asia alzándose hasta unos sobrecogedores treinta metros en algunas partes. Fue el resultado de un terremoto de magnitud 9,15 que duró casi diez minutos. La mayoría no duran más que unos pocos segundos. El terremoto y el tsunami resultante mataron a más de 238.000 personas y lo convirtieron en uno de los más mortíferos de los últimos siglos. El terremoto ocurrió en el Océano Índico, lejos de la costa occidental del norte de Sumatra, Indonesia. El tsunami resultante devastó las costas de Indonesia, Sri Lanka, el sur de la India y Tailandia, y causó serios daños y muertes en lugares tan lejanos como la costa oriental de África.

Recordando el sorprendente tsunami de 2004.

Los tsunamis no son más que olas oceánicas producidas por terremotos, sucesos de impacto, corrimientos de tierra o erupciones volcánicas. Cuando un tsunami alcanza la orilla, se presenta a menudo como una crecida repentina del nivel del mar llena de agua turbia, con desperdicios. El resultado es una inundación proveniente del océano. Se les suele llamar equivocadamente a veces maremotos pero no es una ola de superficie sino una ola profunda que puede alcanzar una gran velocidad. Las áreas con mayor probabilidad de sufrir un tsunami son aquellas a menos de ocho metros sobre el nivel del mar y a menos de dos kilómetros de la línea de costa. Sus mayores riesgos están vinculados con las inundaciones y la amenaza de ahogo para las personas y otros seres vivos. Como ocurre con el terremoto, la falta de predicción sobre dónde y cuándo va a surgir un tsunami es la gran cuestión pendiente de la ciencia.

Cuando hablamos de grandes terremotos se nos viene a la cabeza uno histórico, el que tuvo lugar en 1906 en San Francisco, en California, el Estado donde se encuentra la Falla de San Andrés. Ocurrió el 18 de abril de 1906, a las 5:15 horas. A esa hora un terremoto de 8,25 en la escala de Ritcher sacudió San Francisco. Mayor fue la destrucción de las llamas de después puesto que la ciudad ardió durante tres días. Se destruyeron ocho mil edificios, 300.000 personas se quedaron sin hogar y el número de muertes fue aproximadamente de 700.

Las consecuencias del terremoto de San Francisco en 1906.

Otro terremoto histórico fue el que arrasó la ciudad de Lisboa (ocurrido a 150 km en el mar) un Día de Todos los Santos (1 de noviembre) de 1755. Se caracterizó por su gran duración y por su violencia. Causó la muerte de entre 60.000 y 100.000 personas. Los geólogos estiman hoy que la magnitud de este terremoto sería de aproximadamente un 9 en la escala de Richter. El seísmo fue seguido por un tsunami y un incendio que causaron la destrucción casi total de la capital lusa. Una figura clave en la reconstrucción de la ciudad fue el marqués de Pombal, ministro de José I.

Así se produjo el terremoto que afectó principalmente a la ciudad de Lisboa y parte de Extremadura, entre otros lugares afectados. Siglo XVIII.

Como bien se sabe, los grandes terremotos pueden destruir edificios y puentes, alterar los servicios de gas, electricidad y teléfono y, a veces, desencadenar corrimientos de tierra, avalanchas, crecidas, incendios y enormes y destructivas olas oceánicas (lo que conocemos como tsunamis). La mayor devastación de un terremoto sucede a partir de los sucesos que desencadena. Aunque el temblor de tierra es aterrador, casi nunca es causa directa de muerte o lesión. El derrumbe de edificios, los cristales voladores y la caída de objetos son por norma general la causa de lesiones durante los terremotos.

La seriedad o no de un terremoto depende de factores como el tamaño de población que exista en ese territorio, además de, por supuesto, su magnitud. Un terremoto de magnitud 8 o 9 en la escala Ritcher que ocurre en un desierto no es tan serio como uno de grado 5 o 6 en una gran ciudad. La hora del día también afecta. Habrá menos heridos si ocurre de noche, y la mayor parte de la gente está durmiendo, que si el seísmo sorprende a mediodía, cuando hay personas en oficinas, fábricas, autopistas o al aire libre.

Uno de los grandes misterios de un seísmo es la anticipación. Se tiene constancia de que durante el tsunami asiático de diciembre de 2004 hubo comunidades que pudieron ver lo que estaba ocurriendo y actuaron al ver cómo las aguas retrocedían de manera tan evidente. Algunos animales, según dicen, también pudieron predecir que algo iba a ocurrir y huyeron de la costa, se adentraron tierra adentro.
Un objetivo fundamental de la ciencia es el de mejorar la predicción de estos desastres naturales, los terremotos, por medio de algún dispositivo tecnológico. Existen imágenes por satélite que permiten un mayor estudio de la tectónica de placas, lo cual debería conducir a un mejor entendimiento de los terremotos. Incluso se dice que los astronautas americanos colocaron varios reflectores láser en la luna que permitirían un mejor estudio de los movimientos de las placas.

Lo que sí sabemos, por desgracia, es que los terremotos seguirán agitando nuestro mundo, como ha ocurrido hace poco en Japón y en Ecuador. Las únicas preguntas sin respuestas son dónde y cuándo se va a producir un terremoto para, conociendo estos datos, poder actuar y que no ocasione víctimas.

 

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