Hace algo más de dos
meses que la Madre Teresa de Calcuta subió a los cielos, es decir, fue
declarada santa por el papa Francisco. El pasado 4 de septiembre se celebró en
Roma, no exento de ciertas polémicas, el acto oficial de canonización ante más
de 100.000 fieles. Ya había sido beatificado previamente, en 2003, por Juan
Pablo II.
Sobre este personaje
clave del siglo XX se han dicho muchas cosas; la mayoría, eso sí, buenas: que
si era una mujer generosa, bondadosa, protectora de los desposeídos del mundo,
que atendía a los marginados de la sociedad: pobres, enfermos, huérfanos y moribundos.
En suma, que hacía el bien. Seguro que muchos de quienes nos están escuchando
recordarán una imagen que caló en el imaginario colectivo de medio mundo: una
fotografía de Teresa de Calcuta junto a otro mito del siglo XX: Lady Di. Y es
ahí donde hallamos una de sus primeras controversias: con quién se rodeaba, en
ciertas ocasiones con poderosos y gente influyente.
Pero, ¿era realmente
Teresa de Calcuta como nos la quisieron mostrar? Hay personas que afirman que
no. Vamos ir desgranando diferentes aspectos de esta ya santa para la Iglesia
Católica. En primer lugar, vamos a conocer la historia más oficial y ortodoxa
de esta mujer.
Esta monja católica de
origen albanés nació en Skopie, que es la capital de la actual república de Macedonia,
en 1910. En esa época pertenecía al Imperio Otomano. Parece ser que descubrió
su vocación desde temprana edad y en 1928 ya había decidido que estaba
destinada a la vida religiosa. Fue entonces cuando optó por cambiar su nombre a
“Teresa” en recuerdo a la santa patrona de los misioneros: Teresa de Lisieux.
Pasó los siguientes 20 años dedicada a enseñar en el convento irlandés de
Loreto; allí comenzó a preocuparse por los enfermos y por los pobres de la
ciudad de Calcuta.
Fundó la congregación
de las Misioneras de la Caridad en Calcuta en 1950. Durante más de 45 años
atendió a pobres, enfermos, huérfanos y moribundos, al mismo tiempo que guiaba
la expansión de su congregación, en un primer momento en la India y luego en
otros países. Según contaba ella misma, “su misión sería cuidar a los
hambrientos, los desnudos, los que no tienen hogar, los lisiados, los ciegos,
los leprosos, toda esa gente que se siente inútil, no amada, o desprotegida por
la sociedad, gente que se ha convertido en una carga para la sociedad y que son
rechazados por todos”.
A partir de 1965, su
orden comenzó a propagarse por el mundo, cuando su congregación se estableció,
primero, en Venezuela. Hacia 1968, la Madre Teresa había inaugurado
establecimientos en Roma, Tanzania y Austria e incluso se extendió por gran
parte de Asia, África, Europa y Estados Unidos.
Ya en la década de los
70 era conocida internacionalmente y había adquirido reputación de persona
humanitaria y defensora de los pobres e indefensos, en parte por algunos
documentales y libros sobre su labor. En 1979 obtuvo el Premio Nobel de la Paz.
Después vendrían una decena de premios y reconocimientos.
En el momento de su
fallecimiento, en 1997, la orden operaba 610 misiones en 123 países, incluidas
tareas en hospicios y hogares para personas con sida, lepra y tuberculosis,
comedores populares, programas de asesoramiento para niños y familias,
orfanatos y escuelas.
Una curiosidad sobre
sus últimos momentos es que pocos meses antes de morir, al ser hospitalizada de
nuevo por problemas cardíacos, el arzobispo de Calcuta, Henry Sebastian D’Souza,
ordenó a un sacerdote llevar a cabo un exorcismo en la Madre Teresa con su
permiso porque pensaba que ella podía haber sido atacada por el diablo. Falleció
en Calcuta el 5 de septiembre de 1997 a los 87 años y el gobierno indio le
concedió un funeral de Estado. Hasta ahí la parte más conocida y más amable de
la trayectoria de la Madre Teresa de Calcuta. Pero, ¿era así realmente esta
mujer? Hay personas que no opinan lo mismo y esbozan una Teresa de Calcuta muy
distinta: “amiga de dictadores, ricos y corruptos mientras que a los pobres les
pedía resignación y los ayudaba a morir, pero, en muchos casos, sin darles
cuidado profesional”. Son palabras literales de Aroup Chatterjee, doctor de
Calcuta residente en Londres que ha sido su crítico más consistente. Escribió
el libro Mother Teresa The Final Veredict (Madre Teresa, El Veredicto Final)
y estuvo detrás del documental Hell´s Angel (Angel del Infierno), del
reconocido periodista anglo-estadounidense Christopher Hitchens, que en 1994
expuso por primera vez a nivel mundial la otra cara de la monja.
Christopher Hitchens
dijo de ella, entre otras aseveraciones, que tenía una visión fundamentalista
dentro de la propia ortodoxia de la Iglesia. Durante el Concilio Vaticano II,
por ejemplo, encabezó la oposición a cualquier reforma de la Iglesia Católica. Para
ella, lo que se necesitaba era más trabajo y más fe, no una revisión doctrinal.
Por otra parte, una cuestión clave en la crítica a sus enseñanzas es su prédica
constante del consuelo y el conformismo. En realidad ella defendía una visión
muy paternalista de la ayuda, basada en la caridad, algo totalmente
asistencialista, por una mera cuestión de misericordia y bondad. No abogaba por
buscar mejorar la situación de las personas más vulnerables por derecho, por
justicia, ni poner patas arriba aquello que estaba oprimiendo a los más
débiles. Su idea, por así decirlo, era poner parches y calmar ese sufrimiento
sin condenar a quien lo provocaba ni intentar cambiar esa situación que
generaba dolor.
Por ejemplo, después de
la explosión de la planta química de la multinacional Union Carbide en Bhopal
(India), en 1984, la Madre Teresa de Calcuta se presentó inmediatamente en el
lugar de la tragedia, donde 2.500 personas habían muerto. “Perdonad, perdonad,
perdonad”, repitió nada más al bajarse del avión, sin motivar a que los
afectados iniciaran acciones legales o se persiguiera a los culpables.
Otra polémica en torno
a esta santa tuvo lugar a raíz de lo que, según recogen algunos medios, dijo a
un enfermo de cáncer que se retorcía de dolor ante las cámaras: “Estás
sufriendo como Cristo en la cruz, así que Jesús te debe estar besando”. Desde
su lecho, el enfermo le dijo: “Por favor, dígale que pare de besarme”. Este
hecho que difundieron algunos medios fue objeto de críticas igualmente pues
Teresa sentía que el sufrimiento en las personas les hacía acercarse más a
Jesús. Era algo así como una apología de la teología del sufrimiento. Nunca
ocultó su firme oposición al aborto y el divorcio así como a la inseminación
artificial y el uso de anticonceptivos.
Respecto a la calidad
de la atención ofrecida a los pacientes con enfermedades terminales en los
hogares para moribundos, fue criticada igualmente por parte de la comunidad y
la prensa médica. Algunos profesionales de la medicina y de la ayuda
humanitaria denunciaron en diferentes foros la insuficiencia de médicos, de
tratamientos sistemáticos y de analgesia, la reutilización de agujas
hipodérmicas, las malas condiciones de vida, incluyendo el uso de agua fría
para el aseo de los refugiados y un mal enfoque sobre la enfermedad y el
sufrimiento, ya que se inhibió el uso de variados elementos indicados para la
atención médica moderna como así también el diagnóstico sistemático. Pese a la
buena voluntad de Teresa de Calcuta y su congregación, hubo quien observó y
denunció cómo voluntarios sin conocimientos médicos tomaban decisiones sobre el
cuidado del paciente ante la falta de médicos y cómo, a veces, no se distinguía
entre los pacientes curables e incurables, motivo por el cual gente que podía
sobrevivir corría el riesgo de morir por infecciones o falta de tratamiento.
Sobre la madre Teresa
de Calcuta, hay quien dijo que hacía sufrir a los pobres para poder recibir el
amor de Dios. Sin embargo, paradójicamente, ella nunca esperó y cuando estuvo muy
enferma acudió a servicios de salud modernos y costosos. Un año antes de morir
fue internada en un hospital bien equipado de California, lo que originó
diversas críticas.
Sin embargo, las
mayores críticas que le llovieron en vida y después a la Madre Teresa de
Calcuta no tienen que ver con su mentalidad reaccionaria o la deficiente
atención en sus centros. Hace referencia a sus vínculos con mandatarios y
poderosos del mundo en ese momento y las donaciones que recibió. Ya nos hemos
referido a Diana de Gales, la que fuera esposa del príncipe Carlos de
Inglaterra, a quien le unía una amistad.
La religiosa aceptó dinero
de la familia Duvalier (François Duvalier y su hijo Jean-Claude fueron
dictadores de Haití) y los elogió públicamente. En el programa de la CBS Sixto
Minutes afirmó públicamente de Michèle Bennett, esposa de Jean-Claude Duvalier:
“Nunca he visto a los pobres ser tan familiares con sus jefes de Estado como lo
son con ella. Para mí es una bella lección”. Las imágenes de Teresa de Calcuta
pronunciando estas palabras fueron reproducidas durante al menos una semana por
la televisión pública haitiana, mostrando el apoyo de esta religiosa a la
familia de uno de los más sanguinarios dictadores de América. También mostró su
apoyo al régimen totalitario de Enver Hoxha, en Albania, su país natal.
Otras críticas
formuladas hacia Teresa de Calcuta y su congregación se refieren a la
aceptación de dinero proveniente de negocios turbios y de estafas. Así ocurrió
con Charles Keating, el “rey de los bonos basura”, que había estafado a 17.000
pequeños inversores en uno de los mayores escándalos de Estados Unidos, en la
década de los noventa. Pues bien, Charles Keating dio 1,25 millones de dólares
a Teresa de Calcuta y a su misión. Según Christopher Hitchens, Teresa lo apoyó
después de su detención enviando una carta al juez del caso: “No sé nada de los
negocios de Charles Keating. Solo sé que ha sido generoso con los pobres de
Dios”.
Asimismo quienes han
investigado en profundidad la labor de Teresa de Calcuta llegan a la conclusión
de que en la mayoría de locales que poseen se realiza mayoritariamente una
labor preparatoria o formadora para monjes o monjas, no son específicamente para
ayudar a los pobres. Y gran parte de los ingentes fondos que manejan,
procedentes sobre todo de donaciones, se destinan a una función evangelizadora,
misionera. Pese a todo ello, a todas estas críticas, y a que se puede
cuestionar y mucho todo lo hecho por esta religiosa y su fundadora, no se puede
desdeñar el bien que han podido trasladar a seres débiles e indefensos de medio
mundo, desde la década de los cincuenta.
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