El “payaso asesino” más
conocido, en la historia de la criminología, es seguramente John Wayne Gacy
(1942-1994). Se hacía llamar “Pogo el payaso”, personaje que creó él mismo,
porque hacía servicios sociales en desfiles y fiestas de niños vestido de
payaso. Tiene el nada honroso historial de haber violado y matado a 33 hombres
jóvenes entre 1972 y 1978. De sus víctimas, 26 fueron enterradas en el
semisótano de su propia casa, otras 3 en otros lugares de la casa y otras 4
fueron lanzadas a un río cercano. La historia de este sádico asesino en serie
es espeluznante. Vayamos por partes.
Gacy es el prototipo de
asesino que mostraba otra cara diferente: era un ciudadano ejemplar, un hombre
eficaz para los negocios (en su empresa de albañilería y decoración), un buen
esposo y muy hábil para cultivar sus relaciones sociales. El tiempo libre
siempre lo dedicaba a los demás: organizaba las fiestas vecinales más famosas
del barrio, se vestía de payaso y amenizaba las tardes de los niños ingresados
en el hospital local. Incluso fue tentado por la política y se presentó como
candidato a concejal, llegando a colaborar también como voluntario del Partido
Demócrata. Existe una foto suya que se hizo con la entonces Primera Dama de los
Estados Unidos, Rosalynn Carter, esposa del presidente Jimmy Carter. Todo
parecía perfecto pero no era así, detrás se escondía un ser cruel, violento y
sádico. Quizás el mal anide en las entrañas del alma de algunos hombres que
parecen, pero sólo parecen, buenos.
Como ocurre con otros
asesinos, para entender su comportamiento hay que bucear en su infancia y
adolescencia. De niño era obseso y sufría frecuentemente castigos por parte de
su padre alcohólico, que abusaba físicamente de su madre y hermanas, y siempre
pegaba a su hijo con un cinturón de cuero. Todo esto le provocó a John serios
problemas durante su adolescencia, algunos relacionados con su conducta sexual.
Por si todo ello no fuera poco, un accidente de pequeño puede que estuviese
también detrás de su comportamiento: Gacy se cayó en el jardín de su casa
cuando era niño y, según algunos expertos, transformó su cerebro en una mente
psicopática. Se especula, según afirman algunos expertos, que la matanza de
jóvenes era la expresión subconsciente del odio a sí mismo por su propia
homosexualidad. De todos modos, sus víctimas fueron mayoritariamente hombres
heterosexuales y el atributo común entre ellos era la juventud y la belleza.
Fue torpe en los
estudios, se matriculó en cinco universidades y tuvo que abandonarlas todas;
sin embargo, terminó su último intento de estudiar Ciencias Empresariales y se
licenció con brillantez. Hasta llegó a ser un hábil hombre de negocios, como ya
hemos dicho. Se enroló en cuantas asociaciones caritativas, cristianas y
civiles pudo pero mantuvo una oscura relación con su primera esposa, llena de
altibajos y cambios de temperamento. Se casó por segunda vez y tuvo dos hijos a
los que amó y respetó, sin que eso nublara un ápice su eficacia para atraer y
matar a otros adolescentes.
Un joven, llamado Rignall,
fue de los pocos jóvenes que, una noche, se encontró con John y tras sufrir
toda clase de torturas infringidas por él logró salir con vida, escapó de la
muerte después de haber pernoctado en el salón de torturas de John Wayne Gacy.
En sólo seis años, 33 jóvenes como él vivieron la misma experiencia pero no
pudieron contarlo.
Años atrás, tras salir
de la cárcel por haber sido condenado por violación y ataque a un niño, John
Wayne Gacy se volvió aún peor pese a guardar las apariencias de una persona de
lo más normal. Es entonces cuando raptaba a chicos jóvenes, abusaba de ellos y
los torturaba hasta la muerte. Nadie podía llegar a sospechar nada. Aquel
ciudadano regordete, bonachón y trabajador que organizaba fiestas en su casa
con muchos invitados, tenía algo que le delataba. Su jardín olía muy mal. Era
la comidilla del barrio: el terrible hedor que fluía por las calles cercanas a
la casa de Gacy y su segunda esposa. Se pensaba que ese olor putrefacto venía
de las cañerías de la casa, donde habría algún nido de ratas muertas, o por un
vertedero cercano. Nadie supo reconocer que el tufo era de los restos humanos
presentes allí.
La desaparición de un joven
de 15 años, Robert Piest, en diciembre de 1978, hizo saltar todas las alarmas y
la policía empezó a investigar a este tipo en apariencia afable pero que tenía
un historial delictivo. Gacy negó cualquier relación con Piest, sin embargo, la
policía logró una orden de registro de su domicilio en la que se halló el más
completo arsenal de instrumentos de tortura jamás visto en la región. Pocos
días hicieron falta para lograr que Gacy confesara y entregara a la policía un
detallado plano del jardín de su casa, en el que había marcado los lugares
donde yacían los 33 cadáveres. En su declaración final, la vida del payaso
asesino pareció sacada de una película de terror.
Fue hallado culpable y
sentenciado a 21 cadenas perpetuas y 12 penas de muerte. Fue ejecutado por
inyección letal el 10 de mayo de 1994. Sus últimas palabras, que revelan su
personalidad y su no-arrepentimiento por sus crímenes, fueron “Matarme no
hará regresar a ninguna de las víctimas. ¡El Estado me está asesinando!
¡Bésenme el culo! ¡Nunca sabrán dónde están los otros!”.
Durante los 14 años que
pasó en prisión, Gacy solía pintar con óleo. Su tema favorito eran los payasos.
Dijo que usaba su personaje de payaso como álter ego. Sus pinturas incluían imágenes
de Blancanieves y del asesino en serie Jeffrey Dahmer. Muchas de sus pinturas
fueron vendidas en una subasta después de su muerte.
Una de sus lapidarias frases cuando fue detenido por las autoridades fue: “Los payasos podemos
salirnos con la nuestra”.
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