Olivenza, en la
provincia de Badajoz, a veintiséis kilómetros de la capital, es un enclave
situado entre dos mundos, el español y el portugués. Su patrimonio
histórico-artístico muestra con orgullo ese pasado portugués, que sigue aún muy
vivo. Hay una copla de esta bella localidad rayana (de la Raya), recordemos,
titulada la “Jota de Olivenza”, que dice que “sus mujeres son hijas de España y
nietas de Portugal”. Se resalta así que tienen lo mejor de los dos países
ibéricos. Es sólo una muestra del folclore extremeño que viene muy bien a
representar algo de lo que muy pocos enclaves peninsulares pueden alardear y es
el poder contar con una herencia histórica y artística de dos países, de
Portugal y de España. Si bien esto, el estar en la frontera, en el pasado, era
un handicap puesto que hacía que este territorio fuera objeto de
disputas y conflictos bélicos entre los dos Estados, hoy se ve como una
oportunidad, que hace de Olivença (Olivenza) un territorio único.
¿Qué se puede resaltar
de Olivenza? Son muchas cosas: en arquitectura, el estilo gótico manuelino de
influencia portuguesa, y original en España, que se muestra en la Iglesia de
Santa María Magdalena; en repostería, un dulce exquisito de almendras (la “técula
mécula”) y, también, la reminiscencia aún viva de una costumbre de época
medieval que ha pervivido hasta la actualidad (el “Fuero de Baylío”[1]).
Sin olvidar los restos de Puente Ayuda en el río Guadiana.
Olivenza es, verdaderamente,
singular, por su carácter mestizo, fronterizo, rayano, su habla, con un gran
número de palabras de influencia portuguesa... Hablamos de un territorio con
mucho acento, con una gran personalidad. Olivenza es, sin duda, una joya: lo
fue para la Corona portuguesa; y lo es ahora para nosotros, extremeños y
españoles. Es joya también desde un punto de visto antropológico, con un rico
repertorio de leyendas, cuentos populares… Pero también lo es, por supuesto, en
lo que atañe al ámbito que más nos interesa en este programa: el misterio.
El pasado lunes 23 de
enero, una mañana soleada pero fría, tres miembros del equipo (Samuel
Hernández, Pablo García y Jose Manuel Rodríguez Pizarro) nos pertrechamos de nuestras herramientas de
trabajo: cuadernos de campo, bolígrafos, grabadoras, cámaras de fotos… y nos
montamos en el coche rumbo a Olivenza. ¿Para qué, se estarán preguntando
nuestros oyentes? Para ni más ni menos que ir tras el rastro de los testigos
que aún viven de un hecho milagroso. Se trata de un milagro que recuerda a otro
que relatan los Evangelios: el de la multiplicación de los panes y los peces
que protagonizó Jesucristo. El de Olivenza tuvo lugar hace casi setenta años,
durante los duros tiempos de la posguerra, años de hambre, miseria y represión.
Un conocido del
programa, Sebas, de Olivenza pero que vive en Badajoz, nos dio la noticia de
unos actos que se iban a celebrar en el centro parroquial del municipio, uno de
los cuales era la conmemoración del milagro del arroz. El acto se celebró
coincidiendo con el aniversario del milagro: el 23 de enero. Tuvo lugar en la
llamada Capilla del Milagro, donde aconteció este supuesto milagro en 1949. Hoy
ese edificio es la sede de los salones parroquiales y, aunque ya restaurado,
conserva un cierto halo de espiritualidad y misterio.
El acto, muy sencillo,
congregó a vecinas y vecinos del pueblo ávidos por conocer de primera mano, por
la voz de una de las testigos, qué ocurrió allí mismo, en esa sala, por
entonces una cocina de la casa del cura, hace exactamente sesenta y ocho años.
Como decimos, para
entender bien qué paso, hay que remontarse a los duros años de la posguerra,
cuando desgraciadamente el hambre y la miseria campaban a sus anchas por estas
tierras. La mañana de ese 23 de enero de 1949, Leandra Rebollo, una mujer
sencilla y devota, preparaba en la cocina la comida para los niños y niñas
acogidos allí, en la casa del cura, y para los vecinos más pobres del pueblo:
se les llevaba a sus casas la comida allí preparada en lugar de hacer cola. Pese
a la buena voluntad de la cocinera, que poseía un profundo espíritu cristiano,
las donaciones, por parte de familias pudientes, no habían sido lo suficientes
como para calmar el hambre de tanta gente. Se habían olvidado ese día de hacer
su aportación. De cualquier manera, Leandra se dispuso a verter el poco arroz
existente (unas tres tazas) en la olla para proceder a su cocción. Algo
afligida, la buena mujer, según se cuenta, dijo algo así “¡Ay, Beato…! Y tus
pobres sin comer”. Leandra se invocaba a Fray Juan Macías, un beato nacido en
su localidad natal, Ribera del Fresno, que no era muy conocido por entonces en
Olivenza.
Leandra puso el poco
arroz a cocer y se marchó a hacer otras tareas. Cuando regresó a la cocina, al
remover el arroz, se quedó perpleja ante lo que vieron sus ojos: la olla estaba
a rebosar de este grano. Aquello era imposible. Muy pronto se dio la voz de
alarma, ella misma avisó a la madre del cura y, rápidamente, varias personas
fueron testigos de ese supuesto milagro, incluido el párroco, don Luis Zambrano.
La noticia corrió como la pólvora por todo el pueblo y quien quiso se acercó
para presenciar ese hecho: entre la una y las cinco de la tarde aquella olla,
sin necesidad de poner más carbón vegetal, seguía desprendiendo arroz. Se cree
que más de treinta personas pudieron ver con sus propios ojos aquello.
Una de las testigos de
este supuesto hecho extraordinario –según decían los más creyentes, por
intermediación de Dios, que no respondía a las leyes de la naturaleza– fue
Fernanda Blasco Mendoza. Ella fue una de las personas que relataron en primera
persona el pasado 23 de enero de 2017 sus vivencias en torno a este
acontecimiento. Ahora tiene 93 años, presenta un aspecto espléndido, y recuerda
como si fuera hoy mismo lo que vivió aquel lejano día de enero de 1949. Tenía
por entonces 25 años y ese día estaba en el Hogar de Nazaret; llamaron de la
casa del párroco al Hogar para decirle al sacerdote que estaba pasando algo
extraordinario. Entonces la directora del Hogar de Nazaret, María Gragera
Vargas-Zúñiga, ella misma y algunas otras acompañaron al cura para ver qué
estaba ocurriendo.
Fernanda Blasco, una de las principales testigos de este milagro. Detrás de ella está justo el lugar donde ocurrió el milagro, y un gran cuadro recordándolo. AUTOR: EL SECRETO DE LA CAVERNA |
Fernanda insiste en
cómo no se quitó la olla del fuego ni se añadió más carbón vegetal desde la una
hasta las cinco de la tarde, momento en el que se decidió apartarla porque ya
todo el mundo que lo necesitaba había podido comer arroz. Se cree que de la
olla brotó el equivalente a unos 30 kilos de arroz, la mayor parte se destinó a
dar de comer a los pobres y una mínima proporción se guardó como reliquia.
Sobre esta historia que
nos cuenta Fernanda pueden surgir dudas, de si alguien estaba interviniendo ahí
para hacer creer que aquello era un milagro. Fernanda no tiene dudas, aquello
fue auténtico y no un fraude, como hay quien llegó a afirmar en el pueblo.
Se ha mantenido de alguna forma la pequeña cocina de la casa del párroco Luis Zambrano, donde ocurrió el milagro. AUTOR: EL SECRETO DE LA CAVERNA. |
La mayoría de los
oliventinos creyeron que lo que tuvo lugar ese día fue todo un milagro y la
propia Fernanda se muestra sobrecogida al recordar ese momento, que de algún
modo marcó su vida. Según ella, no hay duda: aquello fue un prodigio, un hecho
que fue posible por la intermediación divina. Pero, después de aquella intensa
jornada, ¿qué sucedió? Según nos contó Fernanda hubo mucha procedencia ya que la norma era no alborotar al pueblo con el milagro.
Cuadro que se conserva en el mismo lugar donde ocurrió la multiplicación del arroz, recordando el milagro con Luis Zambrano y Leandra Rebollo. AUTOR: EL SECRETO DE LA CAVERNA |
Las noticias llegaron
al Obispado de Badajoz, que decidió poner la historia en manos del Vaticano. El
papa Pío XII, para tratar de averiguar qué había sucedido realmente en ese
remoto pueblo español, puso en marcha dos comisiones de investigación. Casi
todos los indicios y los testimonios de los testigos, según las
investigaciones, indicaban que se trataba de un prodigio divino, similar al que
recogen los Evangelios, de la multiplicación de los panes y los peces. Este
suceso sirvió para subir a los altares a fray Juan Macías pero lo que quizá
nunca se sepa es si en realidad fue un milagro o tal vez fue producto de la
intervención humana o simplemente de la capacidad de sugestión de algunas
personas, movidas por su fe.
Otras fotografías:
[1]
En la comarca de Olivenza se sigue manteniendo, en el ámbito del Derecho, una
costumbre de origen medieval muy peculiar que respondería muy bien al dicho
popular aquél de “lo mío es tuyo y lo tuyo mío”. Nos estamos refiriendo al
denominado “Fuero de Baylío”, consistente en un régimen económico matrimonial
según el cual todos los bienes aportados por los contrayentes se hacen comunes.
Esto se extiende también a la posterior participación por la mitad al
liquidarse la sociedad conyugal, como consecuencia de la separación, divorcio o
muerte de uno de los cónyuges. Se trata de uno de los últimos reductos del
derecho foral existente en Extremadura y afecta a un total de 19 municipios de
la provincia de Badajoz.
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