El escritor,
poeta, crítico y periodista romántico estadounidense Edgar Allan Poe fue un
hombre desdichado. Huérfano, sensible, muy imaginativo, murió enfermo y
alcohólico a los cuarenta años. Está reconocido, eso sí, como uno de los
maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros
practicantes en su país, Estados Unidos. Fue renovador de la novela gótica,
recordado especialmente por sus cuentos de terror. Está considerado también el
inventor del relato detectivesco y contribuyó asimismo con varias obras al
género emergente de la ciencia ficción. Por otra parte, fue el primer escritor
estadounidense de renombre que intentó hacer de la escritura su modus vivendi, que le acarrearía muchos
problemas.
Edgar Allan Poe
no tuvo una infancia fácil. Nació un 19 de enero de 1809 en Boston, Estado de Massachusetts,
EE.UU. Edgar pudo haber recibido dicho nombre por un personaje de William
Shakespeare que aparece en la obra El rey
Lear, que representaban sus padres en 1809, año de su nacimiento. Era hijo
de David Poe Jr., un estudiante de Derecho procedente de una distinguida
familia que se había casado con una bella actriz, Elizabeth Arnold, por la que
abandonó el ejercicio de las leyes para dedicarse, como ella, a la vida de
farándula, al teatro y al espectáculo, que solo les trajo miseria. Fruto de las
calamidades, ambos contrajeron la tuberculosis y fallecieron, primero él y al
año siguiente ella, cuando su hijo contaba solo con dos años.
El pequeño Edgar
fue recogido, aunque nunca adoptado oficialmente, por unos ricos comerciantes
de Richmond (Virginia), John Allan (escocés) y su esposa Frances, que le
llevaron a Inglaterra cuando tenía seis años. Acude primero a un colegio
escocés en Irving y luego a un internado en Chelsea, Londres, entre otros
centros. Influirían en el pequeño Edgar las vivencias y la contemplación de los
paisajes y arquitecturas góticos de Gran Bretaña en sus relatos posteriores. En
1820 la familia regresa a EE.UU. y prosigue con su educación. Estudió años
después lenguas en la
Universidad de Virginia, en Charlottesville. Terminó siendo
expulsado debido a su comportamiento pendenciero, así como a las numerosas
deudas que había ido contrayendo mientras comenzaba a tener una vida
licenciosa. Durante esos años ya existía un gran distanciamiento e incluso
hostilidad entre él y su padrastro.
En esa
situación, optó por alistarse en el Ejército con dieciocho años, en 1827, pero
cuatro años más tarde también fue expulsado por su falta de disciplina.
Sin recursos,
deterioradas las relaciones con su padre adoptivo, y prácticamente nadando en la
miseria, se estableció en Nueva York, donde comenzó a ganarse la vida con la
redacción de escritos.
En 1836 se casa
con una prima suya, Virginia Clemm, con la que vive una bella historia de amor
que se prolonga diez años, hasta la muerte de ella. No fueron tiempos fáciles,
económicamente hablando, para la pareja pero Poe se iba defendiendo con lo que
obtenía por diversos trabajos periodísticos.
Un año después
de publicar su célebre poema “El cuervo”, en 1846, su periódico, el Broadway Journal entró en quiebra. Y los
contenidos que Poe elaboraba, basados en temas literarios, críticas de arte,
teatro y música, no eran los preferidos de un público escaso de aficiones
cultas.
Las desgracias
no vienen solas y Virginia enferma del “mal de moda”, la tuberculosis, por
entonces incurable (es en el siglo XX cuando se inventa la penicilina, de la
mano del Dr. Fleming). La pareja se marcha a vivir a un pequeño cottage (cabaña) en la sección Fordham
del Bronx neoyorkino, donde pasaron sus últimos días juntos, mientras el
escritor vivía, desesperado, la angustia de ver que se acercaba el final de
aquella compañera del alma, que tanto quería. En una carta que dirigió el
propio Poe a María Clemm, tía suya y madre de Virginia, decía que escribía
cegado por las lágrimas y que ya no deseaba seguir viviendo, estaba roto: “Mi peor enemigo me tendría lástima si
pudiera leer mi corazón. Mi último asidero en la vida, el último de todos, se
me escapa”.
El gran amor de
Edgar Allan Poe, Virginia, falleció el 30 de enero de 1847 y el escritor entra
en el sumidero de la depresión. Aun así, volvió aferrarse de nuevo al amor y el
destino le puso delante a dos mujeres, llamadas ambas Sarah. Una de ellas,
Sarah Elmira Royster, había sido ya novia suya antes de casarse con Virginia. La
otra, Sarah Helen Withman, compartía con él aficiones literarias, era poeta, y
finalmente él le propone matrimonio. Sin embargo, las desdichas le seguían
acechando: Poe sigue siendo un hombre deprimido, a lo que se añadía el abuso
del alcohol y las drogas. En estas circunstancias, Sarah Helen Withman rechaza
su petición de mano y Poe se introdujo todavía más en el túnel de la
desesperación y la angustia vital.
Por esas fechas,
consigue dar forma a algunos de sus trabajos literarios más interesantes: A mi madre, Annabel Lee, o Las campanas,
poemas que llevan una enorme carga de melancolía, la misma que solo le hacía
pensar en la muerte, a la que anduvo tentando a través de varios intentos de
suicidio.
Pese a esa
angustia, esa desesperanza y falta de ganas de vivir, de desear la muerte, no
pierde del todo la esperanza. El escritor es un mar de contradicciones, fruto
de su estado depresivo, que se intensifica obviamente por el consumo de alcohol
y estupefacientes.
A finales de
septiembre de 1849, Edgar partió de Richmond (Virginia) en dirección a Nueva
York. Nada se sabe de él durante siete días hasta que el 3 de octubre, sucio,
con ropa que no era suya, delirante y herido de muerte, es recogido en una
callejuela de Baltimore frente a la
Ryan ’s Tabern. Fue trasladado al Washington College Hospital,
donde fallece cuatro días más tarde, al alba del 7 de octubre, a los cuarenta
años, tras pronunciar varias veces, durante su agonía, el nombre de un tal
Reynolds, de quien nadie consiguió averiguar. La leyenda, recogida por Julio
Cortázar y otros autores, cuenta que en sus últimos momentos invocaba
obsesivamente a un tal Reynolds (acaso el explorador polar que había servido de
referente para su novela de aventuras fantásticas La narración de Arthur Gordon Pym), y que al expirar pronunció
estas palabras: “¡Que Dios ayude a mi pobre alma!”.
Para alimentar
aún más la incertidumbre, porque tampoco se llegó a saber el porqué de las
circunstancias en las que fue encontrado enfrente de aquella taberna, tanto los
informes médicos como el certificado de defunción –en el que, al menos,
constaría la causa del fallecimiento– se extraviaron. Así que la muerte de
Edgar Allan Poe sigue constituyendo un absoluto misterio. Hoy en día, la causa
exacta de la muerte continúa sin saberse. Las especulaciones han incluido el
abuso del alcohol y las drogas, ataque cardíaco, congestión cerebral,
epilepsia, sífilis, meningitis, tuberculosis, cólera e incluso el asesinato o
el suicidio.
Si ya fue oscura
y fría su muerte, más lo fue aún su funeral, que duró apenas tres minutos de la
tarde gris del siguiente día a su deceso, con la escasa compañía de unas
cuantas personas. Fue enterrado, para mayor opacidad, en una lápida sin nombre,
en la que solo constaba un número, el 80, como si hubiera sido un galeote
despersonalizado, y no uno de los grandes autores de la literatura universal.
Pero no acaba
aquí la historia, Poe no conocerá el descanso ni muerto. Desde la esquina
trasera de la iglesia de Westminster en Baltimore, donde lo habían sepultado,
sus restos fueron trasladados de lugar en varias ocasiones hasta que,
finalmente, se les concedió el reposo debido en el cementerio de Westminster
junto a los de su esposa Virginia.
La obra de Poe
tiene la huella de sus angustias. En su primera y única novela Las aventuras de Arthur Gordon Pym o La narración de Arthur Gordon Pym (1838),
el joven Pym se fuga de su casa y se embarca como grumete en un barco que parte
hacia los mares del sur. Después de vivir un motín y un naufragio, llega a un
mundo de pesadilla donde los ríos parecen teñidos de sangre o de tinta (no se
sabe); luego es devorado por la horrorosa blancura del polo sur. Es una de las
obras más controvertidas, extrañas y enigmáticas de su autor.
Poe es el autor
también de Narraciones extraordinarias,
cuentos en que predomina el espanto, como La
caída de la casa Usher, donde una casa se derrumba sobre su dueño y
desaparece en un estanque siniestro, y relatos de enigma como El escarabajo de oro, donde un código
secreto da la clave a un tesoro.
Edgar Allan Poe
ejerció una inmensa influencia en la literatura simbolista francesa y, a través de
ésta, en el surrealismo, pero su impronta llega mucho más lejos, a autores de
la talla de Charles Baudelaire, Fiódor Dostoyevski, William Faulkner, Franz
Kafka, H. P. Lovecraft, Arthur Conan Doyle, Thomas Mann, Jorge Luis Borges o
Julio Cortázar, quien tradujo casi todos sus textos en prosa y escribió
extensamente sobre su vida y obra.
Poe hizo
incursiones asimismo en campos como la cosmología o la criptografía y su
trabajo ha sido asimilado por la cultura popular a través de la literatura, la
música, tanto moderna como clásica, el cine (por ejemplo, las muchas
adaptaciones de sus relatos realizadas por el director estadounidense Roger
Corman), el cómic, la pintura y la televisión (cientos de adaptaciones, como
las españolas para la serie Historias
para no dormir de Narciso Ibáñez Serrador).
0 comentarios:
Publicar un comentario