En esta breve sección se va a tratar una de las canciones catalogadas como "malditas", porque se le acreditan 18 suicidios en total y es que su letra contiene el tema del suicidio como solución a un desamor.
También tratamos la oscura leyenda alrededor del guitarrista de blues Robert Johnson, que de la noche a la mañana se convirtió en un virtuoso y todo fue, según la leyenda, por haber realizado un pacto con el Diablo.
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La letra de esta
canción fue compuesta en 1933 por el húngaro Rezsö Seress, aunque la letra
original es de la Laszlo Javor. Rezsö Seress se encargó de la composición, en
un primer momento la tituló ‘Vége a világnak’ (‘El fin del mundo’), y el poeta
László Jávor, modificó la letra original por la deprimente historia de amor.
Esa letra que se hizo
tan famosa y todavía tiene la leyenda negra muy viva nos habla de cómo una
persona está pensando en terminar con su vida por la reciente muerte de su
pareja. Así que, nos habla del suicidio, ese tema tabú al que nunca hay que
recurrir. Hay muchas canciones que han tratado el tema del suicidio pero
ninguna como ésta ha arrastrado tantas muertes de este tipo, y el fenómeno comienza
precisamente tres años después de que se desvelara al mundo, ya que, a inicios
de 1936, la policía de Budapest encuentra una nota suicida con la letra de la
canción cerca del cuerpo de un zapatero llamado Joseph Keller. Incluso, el
creador de la melogía, Rezsö Seress, saltó de un octavo piso en el edificio
donde vivía de la ciudad de Budapest, un domingo de invierno de 1968 añadiendo
más misterio a la leyenda negra de esta canción.
Al menos 18 suicidios
se han debido a la influencia de “Gloomy Sunday”, título que adopta en 1940
gracias a la cantante de jazz norteamericana Billie Holiday que graba una
versión en inglés que es la que vamos a escuchar ahora.
Esta versión en inglés
también produjo suicidios, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra. En todos
los casos figuraban esos versos deprimentes de la canción como nota de
despedida. Aunque los suicidios asociados a la canción se hayan dado como
ciertos hay que decir que estamos hablando de una época deprimente, ya que en
esa década de los treinta y cuarenta estaba precisamente la “depresión
económica” (recordar el crack del 29 que todavía estaba provocando muchas
secuelas), y luego países como Hungría sufrían una verdadera calamidad social
con hambruna, pobreza y todo ese caldo de cultivo que se vivía en Europa y
también en los Estados Unidos pues sabemos que fue la antesala de la Segunda
Guerra Mundial.
ROBERT JOHNSON
Robert Leroy Johnson, undécimo
hermano de una familia negra y pobre en una pequeña localidad al sur del estado
de Mississipi. Considerado un músico mediocre que de adolescente tocaba el arpa
y la armónica como aficionado hasta que un día, cuentan, que vende su alma al
diablo a cambio de la tocar la guitarra como nadie lo hizo nunca.
Deja los estudios muy
pronto para recoger algodón, y también le gustaba mucho cobijarse con las
mujeres. Estuvo con varias hasta encontrar a su primera esposa, Virginia
Travis, de solo 16 años con la que se casa y queda embarazada a los pocos
meses. Pero, la felicidad se le acaba pronto cuando su joven esposa muere junto
a su hijo recién nacido, parece que hubo problemas en el parto y no salió bien
la cosa. Ese momento transforma al joven Robert, convirtiéndolo en un alma
errante y busca consuelo en el estilo de moda musical por entonces, el blues.
Así que se dispone a viajar y perseguir a los grandes artistas de ese género
musical, tocó en algunos clubes sin mayores éxitos porque seguía siendo un
músico muy mediocre y sin nada de formación en la vida pero entonces se queda
prendado del bluesman Son House, que bajó de las nubes a Robert diciéndole que
no era buen guitarrista y que mejor se dedicase a otro instrumento. Pues bien,
Robert Johnson desaparece durante un tiempo (algunos dicen que fue para buscar
a su padre) y cuando regresa y se presenta de nuevo ante Son House y al
cantante Willie Brown que actuaban juntos en algunos clubes, Robert comienza a
tocar la guitarra y estaba tocando con una técnica tan exquisita, nunca
escuchada antes, y en tan poco tiempo que requeriría años de formación que no
tenía Robert, por lo que el bluesman House piensa “este chico ha vendido su
alma al diablo para tocar así”.
De la noche a la mañana
este músico mediocre se convierte en todo un maestro, y es ahí cuando comienza
a tejerse la leyenda de este bluesman que cuenta que había vendido su alma al
diablo en un cruce de caminos, en el cruce de la actual autopista 61 con la 49
en Clarksdale, Mississipi, a cambio de tocar blues mejor que nadie.
Mito o realidad, lo
concreto es que Robert Johnson deambuló tocando por todo el sur de Estados
Unidos, siempre con una actitud huidiza y con unas letras que hablaban sobre
todo de la lucha de los demonios interiores. De hecho, este “crossroads blues”
nos cuenta que los cruces de caminos son la mejor manera de encontrarse con
lucifer y la letra de otro de sus éxitos, u otra frase de su tema “Me and the
devil blues”, dice textualmente: “Early in the morning, when you knock at my
door. I said Hello Satan, I believe it’s
time to go” (“Temprano en la mañana, cuando tocas a mi puerta. Digo hola a
satán, Creo que es hora de irme”).
No tiene una dicografía
muy amplia, apenas unas 30 canciones (muchas de ellas se pueden encontrar en
Youtube), y todas ellas compuestas entre noviembre de 1936 y junio de 1937, y
además sólo existen de él unas tres o cuatro fotografías, lo que aumentó su
leyenda del misterio sobre quién fue en verdad. Lo que sí está claro es su
virtuosismo musical, que de hecho, siempre se ha pensado que cuando tocaba se
escucha otra guitarra de fondo, como fantasmal porque cambiaba de facilidad de
tono y forma en los acordes. Aparte de que tenía una facilidad pasmosa de
reproducir una canción que apenas escuchaba de fondo estando con los amigos
bebiendo en un bar, y al día siguiente
tocarla tal cual, como si nada. Y como cada música tenía su manía, Robert
también tenía la suya: tocaba siempre mirando a la pared, ya que así podía
ocultar sus ojos cuando era poseído por el diablo.
Quienes lo vieron tocar
en los clubes aseguraban que sus ojos siempre estaban desorbitados al momento
de subir a un escenario y que tocaba siempre en la semipenumbra, para que no
vieran su forma de puntear la guitarra. Y cuando terminaba de actuar se iba
siempre por la puerta de atrás de los locales, sin siquiera despedirse o decir
gracias. Aun así, fue muy querido y ovacionado en cada sala donde tocaba. Su
final llega en 1938 de una forma curiosa el 13 de agosto de 1938, en Greenwood,
Carolina del Sur, Robert debía tocar en un local llamado “Three Forks” pero, como era un mujeriego impenitente y a
cada lugar al que iba a tocar tenía que yacer con alguna, aquella noche intentó
seducir a la mujer del dueño de ese local. Minutos antes de comenzar su show,
una botella de whisky misteriosamente abierta, llegó a su mesa y Johnson se la
bebió como si nada.
Así que, en mitad del
concierto el guitarrista comienza a sentir molestias físicas, para de cantar,
deja su guitarra a un lado y sale a la calle y ya no se le vuelve a ver más
hasta que tres días después lo encuentran muerto. Había sido envenenado por la
estricnina que contenía la botella de whisky. Tenía sólo 27 años, los mismos
que extrañamente tendrían al morir otras grandes leyendas de la música en los
años siguientes, como Brian Jones, Jim Morrison, Jimmy Hendrix, Janis Joplin,
Kurt Cobain y Amy Winehouse. EL CLUB DE LOS 27
Parece que el diablo de
aquel cruce de caminos, se cobró su deuda. En la actualidad existen tres tumbas
que supuestamente contienen sus restos. Algunos historiadores musicales
aseguran que sus amigos tomaron esta medida
para que el diablo se confundiera y no encontrara sus restos.
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