Bram Stoker y el origen de su Drácula


Estamos acostumbrados ya a muchas interpretaciones del personaje de Drácula tanto en novelas como en series o películas.
A raíz de la última creación hecha para Netflix, os cuento en este dossier cavernario algunos aspectos interesantes sobre Bram Stoker y el origen del personaje que lo convirtió en inmortal.
El personaje de Drácula es un cúmulo de vivencias y trasfondo psicológico que uno va desgranando cuando va conociendo algo más de la vida y obra de su creador. Con la ayuda del escritor Fernando Gómez ('Los vampiros de papel') desgranamos poco a poco aspectos y detalles de la vida de Stoker y de la evolución del vampiro tanto en la literatura como en el cine y algunos mitos adheridos a su figura.

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La leyenda del irlandés Abhartach, el origen del Drácula de Bram ...



En 1897, Bram Stoker publicó una obra que sería inmortal como su personaje principal. Una obra que ha dado para muchas adaptaciones al cine y en otras obras literarias con vampiros. Él no fue el pionero a la hora de plasmar en el papel una buena historia vampírica, sino que solamente lo que hizo fue crear un personaje cuya leyenda y semi-realidad se amoldó de una manera acorde a ese monstruo no-muerto sediento de sangre. Ahora, en 2020, hemos vuelto a tener una nueva adaptación de esa obra con una miniserie de 3 episodios producida por Netflix y que está dando mucho que hablar por el esteretipo que ha dejado en nuestro inconsciente colectivo el personaje de Drácula.
Todo el mundo sabe que la primera adaptación oficial fue la famosa película Nosferatu de 1922 dirigida por F. W. Arnau, pero si uno indaga un poco descubre que el primer largometraje donde se plasma la figura de Drácula es con Drakula haláá, de Károly Lajthay; una película de 1921 de origen húngaro.

Pues bien, la Nosferatu de 1922 estuvo a punto de nunca salir a la luz por un afán implacable de Florence Balcombe, la viuda de Stoker, ya que los derechos de la obra los adquirió ella una vez su marido falleció y por eso Murnau tuvo que cambiar el título de la película a "Nosferatu” peri aun así no se libró de la demanda a la productora del filme con los abogados de la Sociedad Británica de Autores. Florence Balcombe pidió compensación económica por publicar aquel trabajo sin el permiso familiar y además que se eliminara toda copia existente de la película. Este caso se llevó a juicio y la viuda de Bram Stoker lo ganó, así que, toda copia de esa película clásica de 1922 se entregó a Balcombe para que fuera pasto de las llamas. Pero claro, una copia sobrevivió (la que todos hemos visto), circulando por todo el mundo y que fue paulatinamente duplicada por aquellos cinéfilos que dictaminaron que esta película iba a ser una obra digna de esa corriente del expresionismo alemán que hipnotizó a todo el mundo convirtiéndose en una de las mejores y espeluznantes obras del cine de comienzos del siglo XX.

Era legítimo y normal que la mujer de Stoker reclamara de aquella forma tan fervorosa los derechos de la obra que hizo famoso a su marido,  y eso fue porque la familia Stoker no acabó con una vida económica plena. Todo el mundo sabe ya la forma tan triste en la que acabó Stoker, de ahí las reclamaciones. Pero iba a ser inevitable que una historia tan bien adaptada no fuera conocida, porque gracias a esa película, todo el mundo quiso leer la novela. Una novela tan famosa que puede estar perfectamente entre las diez mejores que se han escrito de todos los tiempos.

Y desde el pasado 1 de enero de 2020 podemos disfrutar de una nueva adaptación televisiva del personaje de Drácula. Una miniserie de tres episodios. Muchos recordamos el cómo nos impactó la película de 1992 (de Francis Ford Coppola) que además se llevó tres premios Oscars siendo un film perteneciente al género de terror de las más premiadas y con más repercusión. Los autores son Mark Gatiss y Steven Moffat conocidos por haber adaptado a la gran pantalla a otro de los personajes inmortales del papel como es la serie Sherlock (personaje creado por Arthur Conan Doyle). Tres episodios de una hora y media de duración cada uno donde vemos ese viaje del famoso Conde Drácula desde que se presenta en su castillo de Transylvania hasta llegar a ese nuevo mundo para él tras un largo viaje por barco. Un Drácula de rasgos contemporáneos, que utiliza el sarcasmo como parte de su poder. Lo vemos a él y a su contraparte: Van Helsing; en este caso, al legado de su perseguidor. En esta serie ese papel lo ejerce una mujer, descendiente del gran cazador del vampiro que sigue con esa cruzada para derrotar al invencible bebedor de sangre. Al final, tras una serie de decisiones y aros argumentales, vemos una nueva adaptación acorde a nuestros tiempos y una desmitificación de Drácula hasta el punto de ya no tenerle tanto miedo al ser, pero sí mucho respeto al personaje. Un personaje que lleva en nuestra cultura más de 120 años… y sigue siendo inmortal como su creador.



En el año 2013 aparece un cortometraje que pretendía identificar como hubo una adaptación ruso-húngara antes de Nosferatu, comprendida entre los 21 y 22. Estaríamos hablando de una obra que se estrenó un par de años antes como mucho y que si Florence Balcombe se hubiera enterado, la hubiese demandado también. Pero el problema con este caso fue lo difícil que fue detectar esta obra adaptada de Drácula por los rusos, quizás perdida durante la revolución que comenzó en 1917 y que fueron años convulsos para Rusia. Károly Lajthay fue el primer director de cine (antes de Murnau) en interesarse por la imagen vampírica del aristócrata inmortal titulada como Drakula hálala. Una obra que estuvo perdida durante mucho tiempo pero que los investigadores del mundo del celuloide encontraron como la pionera en el sentido de plasmar a Drácula en la gran pantalla, pero no con el mismo impacto de aquel Nosferatu de 1922.

¿Pero dónde nace realmente Drácula? ¿Dónde empieza la imagen de ese mito a despertarse de su ataúd? Imaginémonos una ruinosa abadía de origen benedictina (siglo VII) que está situada en una pequeña ciudad costera al nordeste de Inglaterra; esa pequeña ciudad se llama Whitby, y es ese pequeño lugar lúgubre pero con enormes vistas del océano y la llegada de los barcos mercantes la imagen panorámica que tiene el escritor irlandés para comenzar el relato.

En 1939 llegó otra película destacada donde la forma física de Drácula se humanizó un poco más con la enorme interpretación del húngaro-estadounidense Bela Lugosi con aquel Drácula de Tod Browning (1931) donde vemos por primera vez la capa y el traje oscuro y camisa blanca pero con enorme sed de sangre. En 1948 vuelve a ponerse ese mismo traje para Abbott y Costello contra los fantasmas (Charles Barton y Walter Lantz, 1948). Y ya hasta 1958 no volveríamos a ver otra historia relacionada con este personaje hasta que Terence Fisher escoge a Christopher Lee como el Conde pero ya con un enemigo bien claro, Abraham Van Helsing (interpretado por Peter Cushing). Así que, los primeros años del cine íbamos a tener varias obras destacadas donde la figura de ese Drácula (siempre con el ojo puesto en el legado literario de Stoker) nos iba a estremecer en la gran pantalla con distintas interpretaciones y estilos. Pero fue en 1992 con esa creación de Francis Ford Coppola eligiendo a Gary Oldman como el Conde Drácula, la adaptación definitiva según los expertos.

Pero, ¿podríamos estar ante algo más que una historia de vampiros? Cuando ves el final de esa miniserie, la interpretación va como que todo esto del mito vampírico es una obsesión mental, casi la idea de un loco. Se sabe que Bram Stoker era un apasionadopor los avances en la psicología de la época. Poco a poco, la ciencia estaba ganando protagonismo a las viejas creencias y leyendas fantásticas donde solamente los escritores podían seguir siendo el cauce hacia el inconsciente colectivo de una sociedad que leía aterradoramente las líneas de esa literatura romántica y de terror, ya no solo de él, sino de toda esa ola de prolíficos y buenos escritores atormentados por sus propias pesadillas. Por eso, Stoker trata su novela como un diario personal, como el viaje de un ser incomprendido, de alguien señalado como un monstruo, como algo diferente, pero que pudo encandilar a solo unos pocos solamente para obtener su propio beneficio que a su vez era debilidad física: la sangre. La sangre atormentó de pequeño al joven Stoker, debido a una enfermedad, tuvo que ver como esa ciencia que empezaba a preponderar en todo el mundo podía hacer cosas que para los ojos de aquella época eran increíbles, casi acciones de fantasía. Pero así se avanzó, y Bram Stoker superó su propia debilidad aunque la imagen de toda aquella sangre sacada de su cuerpo de una manera rudimentaria y arcaica, le marcó.

Seguramente, un estudioso del cerebro podría pensar que toda la historia de Bram Stoker con esa novela sea una especie de paranoia personal que él crea. Pero qué efectiva fue. Utilizó ni más ni menos que 26 libros pertenecientes a una colección de la Biblioteca de Londres para consultar y crear todo ese entramado alrededor de su vampiro de Transilvania. Una investigación exhaustiva la que realizó el irlandés quizá acompañado de alguna conversación que le diera la idea, la que comentan los expertos que pudo tener con un intelectual húngaro llamado Arminius Vámbéry, quien le contó las historias de Vlad Draculea. Puede que la historia del viejo Vlad fuese el inicio para crear algo, nunca lo sabremos, pero sí hemos sabido recientemente que fue un asiduo de la Biblioteca de Londres, socio entre los años 1890 y 1897. Un periodo de tiempo que quizá utilizó para crear a su Conde Drácula y para darle toda esa dimensión de terror y pasión.
No fue un buen escritor. Sus otras obras no destacaron. Pero quizá todo ese tiempo que estuvo como socio en la biblioteca y consultando archivos le ayudó incluso a aprender la geografía del entorno donde creó el castillo de Drácula, cerca de los Cárpatos, un lugar que no nos consta que visitara en vida. Pero sí tuvo muy claro que su personaje iba a ser Vlad Tepes; el héroe nacional rumano para algunos, tirano terrible para otros (de ahí el mote del “empalador”). La historia de Vlad no la vamos a abordar porque podríamos dedicarle mucho más tiempo, pero sí que fue un personaje muy interesado que como todo líder de hace tantos siglos atrás, puede que se haya mitificado. De su vida, se han contado tantas cosas. Pero todo el mundo lo conoce como el Conde Drácula. Su cuerpo acabó enterrado con el convento de Snagov (Bucarest) y su cabeza conservada en miel y empalada para que todos exhibieran el fin que se mereció aquel que llamaban “el empalador”.

La historia de Vlad tiene muchas interpretaciones según la cultura y el lugar, pero en ninguna de esas historias hay relación con el vampirismo. Sería Abraham Stoker el que le dio esa dimensión ficticia para alimentar aún más su obra. Quizá su carácter de tirano y violento era el apropiado por encima de cualquier otro personaje histórico. Stoker se centró en esta figura y también en su apellido Draculea y también en las historias que hablaban de su pacto con el diablo y que su escudo de armas tuviese un dragón. En la tradición cristiana, el dragón es un representante del Mal, por eso los siete pecados capitales se representan con el cuerpo de este ser y cada cabeza uno de los pecados (por eso, la cabeza de Vlad fue cortada, ya que representaba todos esos pecados capitales). Y aparte del ser mitológico, el escritor escogió al murciélago como otro de esos animales representantes de las tinieblas que le sería acorde por la etiqueta de que es un siervo del Diablo y que antiguamente hay historias de exorcismos que cuentan que de los cuerpos de algunos posesos salía el espíritu maligno en forma de murciélago. De ahí que esa idea fantasiosa del trato con el Diablo se hiciese bajo la forma de un murciélago o vampiro con la necesidad de beber sangre humana para subsistir y que solo pudiera obtenerla en la noche más oscura.

El hecho de que Stoker quedara prendado de la historia de Carmilla, un relato vampírico escrito por Sheridan LeFanu en 1872 y todas las consultas de las leyendas de Europa del Este centrándose en las historias de Hungría, Vlad Dracul se convirtió en su obsesión y a la vez en su pesadilla. Le llamó la atención las viejas costumbres rumanas y húngaras sobre el enterramiento de sus muertos. Una zona que siempre creyó en el mito del vampiro y cuya costumbre ejercieron hasta bien entrado el siglo XX: si el cuerpo no se descomponía pasado el tiempo de su muerte, se travaesaba el ombligo con una estaca o se le arrancaba el corazón, se quemaba en carbón vegetal y sus cenizas se juntaban para preparar una bebida con agua y dárselas a los enfermos para que fueran protegidos de todo mal. Costumbres como ésta son parte de ese folklore antiguo pero muy bien recordando donde las figuras de ultratumba se manifestaban en la palabra strigoi, aquella palabra que tanto obsesionó al escritor de Dublín y que cuentan que fue su última palabra pronunciada antes de morir. Un final peor para un comienzo de infancia duro con una enfermedad dura.

Un pueblecito llamado Contarf (muy cercano a Dublín) fue el lugar que vio nacer a Bram Stoker un 8 de noviembre de 1847. Desde muy niño, una enfermedad lo asoló. Aquella invalidez hizo que le interesaran las historias de fantasías donde él se veía como alguien normal y corriente haciendo cosas increíbles. Tuvo el honor de conocer a Oscar Wilde y hacerse amigo suyo (de hecho, su esposa Florence Balcombe fue novia de Wilde anteriormente), y sus estudios de matemáticas en el Trinity College fueron brillantes, pero sus intereses fueron por otro lado, incluso el dejar un puesto de funcionario local en Dublín que le podría haber dado estabilidad económica por algunos años. Todo cambió cuando se impresionó por una actuación teatral de quien iba a ser un buen amigo suyo: Henry Irving.

Su interés por el ocultismo produjo que se uniera a un club selecto llamado Golden Dawn, donde estuvieron Arthur Conan Doyle, Yeats o Aleister Crowley. Cuando Bram Stoker realiza El Invitado de Drácula, sienta las bases para lo que iba a ser su gran novela. De hecho, la escribe de forma paralela, casi como un spin-off. Ese relato no iba a ser conocido dos años después de la muerte del escritor, cuando su mujer, incluyó ese breve relato en un volumen de piezas breves y desconocidas del oriundo de Dublín. Toda esa obsesión, toda esa construcción de un mito, se produce en un momento de plagas, epidemias, supersticiones y tantos miedos atávicos incluidos al progreso. La historia de Stoker podría dar aún más de sí, quizás volvamos algún día más adelante a adentrarnos en su extraña personalidad y en su triste final. Pero nos quedaremos siempre con su legado, fantástico e inmortal. El “estrigoi, estrigoi” que dicen que pronunció antes de morir (quizá más una invención para darle ese aura de misticismo a su historia) continúa entre nosotros, un espíritu malvado que nos obsesiona y que nos sigue acechando. Drácula, sigue siendo adaptado a la gran pantalla y a las obras literarias. Seguiremos reflejándonos en su imagen, e intentar recrear aquel Drácula que solo Stoker sabía su verdadero aspecto.

LOS VAMPIROS DE PAPEL | FERNANDO GOMEZ | Comprar libro 9788416967100Fernando Gómez Hernández | Planeta de Libros

En su Los vampiros de papel, el autor Fernando Gómez narra la manera en cómo nace la literatura y el interés por los vampiros.

En el podcast podrán escucharle analizando aspectos de la vida de Bram Stoker y curiosidades sobrea algunas obras literarias sobre vampiros.

 

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