Un
científico ha saltado a la palestra proponiendo la teoría de que el coronavirus
llegara de un meteorito al igual que la gripe española de principios del siglo
XX. Se basa en la teoría de la panspermia para explicarlo.
El
virus sigue mutando y cambiando su información genética y es muy distinto de
país a país, ¿qué significa esto?
Un
segundo paciente se cura del VIH y demostrado uno de los postulados de la
famosa teoría de Darwin y la evolución de las especies.
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Después de todas las
teorías, bulos e informaciones oficiales que recibes cada día y al minuto sobre
el SARS-CoV-2 (coronavirus), los últimos días surgió una que se publicó además
como artículo en la revista Nature y que tiene que ver con la famosa teoría de
la panspermia. El astrofísico Chandra Wickramasinghe argumentó que el virus
estuviera viviendo en un cometa y que una parte de esta roca con este patógeno
habría caído en forma de bola de fuego en China en octubre de 2019.
Una
teoría que no es nueva para este científico que cada vez que suelta una
afirmación de este tipo inmediatamente es contrarrestado con otro argumento que
lo descalifica porque este señor ya puso sobre la mesa la posibilidad de que el
virus de la gripe que todos hemos tenido más de una vez llegara de algún lugar
más allá de nuestro planeta. Wickramasinghe trató ese tema junto al astrónomo
británico Fred Hoyle en un libro publicado en la década de los setenta llamado Enfermedades del espacio. Pero,
rápidamente, lo contrariaron; como por ejemplo el astrobiólogo Graham Lau que
ha dicho que no hay ningún descubrimiento precedente de que un virus pueda
sobrevivir a la radiación en la que se expone un viaje espacial tan largo e
infectar a los seres humanos una vez aterriza.
Aun
así, no deja de ser una teoría interesante que se relaciona con el fundamento
de la panspermia que algunos científicos aprueban y otros no porque faltan
evidencias. La teoría de la panspermia nos dice que la vida en la Tierra se
originó con la ayuda de microorganismos y material biológico procedente del
exterior. Es un postulado que se propuso a finales del siglo XIX y que la
película Prometeo lo trata como su
argumento principal aunque esté relacionado más con la cinta de terror y
ciencia ficción Alien. En definitiva,
es una teoría que nos certifica que nuestro ADN podría ser extraterrestre, que
procedemos de algún lugar del Universo y que nos hemos criado en este planeta
por azar y nos hemos adaptado a su ecosistema a través de millones y millones
de años de evolución. Porque además, lo que nos plantea esta teoría es que en
una roca espacial podría sobrevivir cualquier tipo de material o microorganismo
biológico si entra en una especie de letargo y se protege de esa radiación que
contiene en su interior el meteorito o cometa que viaja por el espacio hasta
que se estrella en algún lado. Obviamente si ese meteorito llega al Sol o a un
planeta con condiciones inapropiadas para la vida como puede ser Mercurio o
Venus, esa vida que puede contener un meteoro no prospera pero, ¿y si llega a
un planeta con condiciones tan buenas para la vida como el nuestro? Pues de ahí
puede emerger cualquier cosa.
Pero
bueno, esto no deja de ser otra teoría más en la larga lista en la que se está
determinando que este virus podría ser un arma biológica, un castigo divino o
(porque no) un patógeno espacial. Y es que de esta pandemia estamos aprendiendo
como algo tan diminuto está causando polémica y muchas hipótesis que están
tratando de determinar el origen, que es algo que a día de hoy no tenemos claro
aunque todo apunta (si usamos el sentido común) que procede de la naturaleza.
También
se ha publicado en Nature un estudio donde se analiza el genoma secuenciado del
SARS-CoV-2 con especial atención a sus receptores proteínicos. Todos tenemos ya
en nuestra cabeza la imagen de ese virus por cómo se ve en un microcospio y
vemos que es una especie de bolita con muchas “espinas” o “antenitas” que
sobresalen de él. Pues bien, esas “antenitas” son las que usa el virus para
ligarse a una proteína en concreto que es la ACE2 que se encuentra
principalmente en los pulmones. Y ataca al pulmón. De ahí que uno de los peores
síntomas de esta enfermedad que provoca el virus sea la sensación de asfixia y
una tos molesta que es cuando provoca mucha más gravedad y es cuando tienes que
acudir a los servicios de urgencias.
Pero
como ya hemos tratado en una entrada anterior, los Coronavirus son una familia
de microorganismos que han estado siempre con nosotros. Lo que ocurre es que
algunos afectan a los seres humanos y otros no. Pero en el caso de este SARS-CoV-2
con ese diseño molecular tan perfecto y el hecho de que no tengamos vacuna y
que se haya expandido tan rápido en el tiempo y en el espacio terrestre pues se
ha convertido en un enemigo difícil de batir y que es posible (sin que ningún
estudio real y científico diga lo contrario) que su origen sea natural, ¿pero
procedente de dónde? ¿del murciélago? ¿el pangolín? Quién sabe.
Así
que, si desechamos cualquier teoría de la conspiración que vaya en contra de su
origen natural, queda por saber cómo este patógeno se ha hecho tan infeccioso
para el ser humano y de hecho se han planteado dos escenarios de cómo y cuándo
adquirió el virus esa habilidad para infectarnos (porque sí, es una habilidad
que no todos tienen):
·
En
el primer escenario, el virus desarrolló sus receptores para las células
humanas antes de entrar en contacto con ningún ser humano. Y posiblemente el
animal que ha servido como vector podría ser el murciélago, aunque todavía no
existen pruebas de transmisión directa al humano.
*(De
hecho, se ha descartado que el virus se haya originado en esa sopa de
murciélago servida en un restaurante que encima no era originaria de China,
sino de la isla de Palau en el Pacífico).
·
En
el segundo escenario, el virus entró en el ser humano siendo inofensivo, y tras
un tiempo en este nuevo huésped desarrolló los receptores que lo convirtieron
en un patógeno peligroso. De ahí que se esté diciendo también la típica frase
de “esto ya lo hemos pasado”. En este caso, lo comparan con el origen de la
gripe aviar.
En
resumen, Si el patógeno evolucionó dentro del ser humano como sugiere el
segundo escenario significa que si ahora lo controlamos las posibilidades de
que vuelva a aparecer son muy limitadas. Sin embargo, si el escenario cierto es
el primero, el patógeno sigue ahí fuera, en algún animal salvaje, y es solo
cuestión de tiempo que pueda volver a aparecer, quizá incluso en una versión
más virulenta. De todas formas, sin encontrar al paciente cero de esta pandemia
hay muchísimas preguntas en el aire y una vez se encuentre, quizás se acoten y
sepamos algo más sobre este temible COVID-19.
Esto que estamos
pasando, ¿se advirtió ya antes?
Un
estudio de la Universidad de Hong Kong en octubre de 2007 ya advirtió de que la
presencia de un gran reservorio de virus como el SARS-CoV en murciélagos de
herradura (rinolófidos), junto con la cultura de comer mamíferos exóticos en el
sur de China, era una "bomba de relojería" para la aparición de
nuevos virus similares, como ha ocurrido con el SARS-CoV-2, causante de la
enfermedad Covid-19.
¿Debemos echarle la
culpa a los murciélagos?
Algunos
científicos argumentan que los murciélagos no son los culpables de la
transmisión de la enfermedad que ha cambiado nuestro día a día. Algunos
zoólogos y expertos en enfermedades señalan que una de las causas puede ser la
manera en cómo los humanos nos relacionamos con el medio ambiente –destrucción
de hábitats naturales, junto con el incremento en la movilidad de las personas–
y eso ha podido favorecer que enfermedades que estaban muy localizadas en áreas
naturales se expandan por todo el globo como está ocurriendo con ésta.
No
debemos echarle la culpa a los murciélagos, ya que algunos estudios están
determinando que quizá estos mamíferos voladores se estén sintiendo estresados
por la invasión humana y esa forma de comercializar con ellos no sea buena.
Pero son necesarios en nuestro mundo por una razón muy simple: estas increíbles
criaturas son voraces consumidores de mosquitos y un descenso en sus
poblaciones podría favorecer el recrudecimiento de epidemias tan fatales como
la malaria y otras transmitidas por vectores biológicos, que no solo afectan al
hombre, sino también al ganado. Algunos
estudios descartan el contacto directo con murciélagos como factor de riesgo, y
apunta a la interacción humana con otras especies salvajes o domésticas, las
cuales actuarían como hospedador intermedio, y ese puede haber sido el factor
clave para que haya surgido esta pandemia global.
El virus ha mutado
Hace
varios días se consiguió descifrar el código genético del virus en España y
comparándolo con el ARN del virus que atacó primero en Wuhan, no coincide,
¿significa esto que está mutando? Según un artículo en el apartado “Ciencia” de
La Razón, sí, es cierto que el virus
ha mutado pero no significa que sea más agresivo y letal sino simplemente que
su material genético ha cambiado como ocurre con otras especies en tan poco
tiempo.
De
hecho, casi todos los países muestran algunas diferencias en sus versiones.
Estos cambios son muy interesantes para los científicos, pero no porque nos
hablen de cómo de agresivos son, eso todavía no lo sabemos deducir a partir de
su ARN. Lo que sí se puede hacerse es reconstruir una especie de árbol
genealógico del virus, colocando a cada una de sus variantes en él para saber
cómo se ha ido extendiendo por el mundo y si la variante española es
descendiente de la italiana y la italiana de la china. Es lo que se llama,
técnicamente, un árbol filogenético. Sin embargo, hay un detalle importante.
Los cambios son mínimos. De las aproximadamente 30.000 letras que forman el ARN
del SARS-CoV-2 de las variantes de Wuhan, el español solo cambian entre 9 y 2
letras.
Lo
que hace que unas mutaciones triunfen y se transmitan a los descendientes de un
virus, un animal doméstico o tú mismo, es el entorno al que se enfrentan. En la
naturaleza la evolución no es progresión, no vamos a mejor, simplemente
cambiamos y a veces, una mutación resulta ser beneficiosa para el entorno
concreto en el que vivimos.
Cuando
hay mucha población al alcance del virus solo siente la presión selectiva de
transmitirse más rápido que el resto de los virus para “ganar la carrera”,
aunque sea a costa de volverse más agresivo y dañar más a tus células. Estas
mutaciones no nos convienen, pero pensemos en qué pasaría cuando al virus le
cueste encontrar a otras personas que infectar.
Y mientras tanto….un
paciente se cura del VIH
A
principios de marzo conocimos una noticia de la que no se habló mucho porque
entonces ya la infección por coronavirus se estaba propagando fuertemente por
el mundo y todos estuvimos pendientes qué iba a pasar. Pero es que después de
décadas de investigación y muchas especulaciones, va a ser verdad que de virus
más mortales y peligrosos como es el caso del VIH sí que se va a poder curar.
Así ha ocurrido con Adam Castillejo que tiene el privilegio de ser el segundo
paciente en el mundo y en toda la historia que se cura de este virus que una
vez te infecta, jamás desaparece hasta que el huésped muere. Pero gracias a la
tecnología y los avances científicos (si ahora estamos viendo una carrera por
ver quién es el primer país que saca la cura contra un virus que provoca una
fuerte neumonía), con un trasplante de médula ósea este chico ha podido
recuperarse gracias también a la concentración vírica mediante células madre.
Es
un gran avance y una esperanza para que en un futuro quizás cercano virus tan
mortales como ese (o como el cáncer), que infecta a miles de millones de
células de un cuerpo humano pueda ser curado. Aunque, de momento, hay doctores
que se alejan de ese método que involucra a las células madre por cuestiones
éticas (muchos deportistas de élite las han usado para curarse de lesiones muy
graves, por ejemplo) seguramente este hecho pueda producir un cambio de
paradigma y utilizar para curarnos de ese virus que creó la segunda pandemia
del siglo XX.
Adam Castillejo tiene el privilegio de ser el segundo paciente oficial en superar el VIH. |
Comenzamos a entender
algo más el origen de las especies de Darwin
Laura
van Holstein, estudiante de doctorado de Antropología Biológica en la
Universidad de Cambridge, ha demostrado recientemente la teoría de la evolución
y selección natural de Darwin que en su famoso libro ‘El origen de las especies’ nos señaló a la humanidad que las
especies estaban “muy marcadas y bien definidas” con factores que variaban
mucho en ellas como es el territorio y que dentro de ellas podrían crearse
otras nuevas. Pues esta estudiante lo que ha hecho es repasarse todos los
análisis y registros de naturalistas previos a la publicación del libro de Darwin
y ha llegado a la conclusión efectiva de que la relación entre especies y
subespecies juegan un papel crítico en la dinámica evolutiva a largo plazo de
las especies.
Y
uno de los ejemplos que ha puesto, curiosamente, es el del animal de moda: el
murciélago. Simplemente ha dicho que la evolución ocurre de manera diferente en
este mamífero volador tiene menos barreras físicas en su entorno y no le afecta
(pero como se ha dicho más arriba, el impacto medioambiental del ser humano sí
puede que le esté afectando). Mismo ejemplo ha puesto con el delfín pero en
este caso en los océanos.
Es
decir, otro estudio que demuestra cómo el impacto humano afecta al hábitat de
los animales y que afectará su evolución en el futuro. Información que puede
ser muy útil de que algunas especies no se extingan en el futuro.
Evolución no es progreso y la adaptación que vuelve a un individuo más
apto depende en gran medida del contexto.
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