Cuando se menciona el nombre de la localidad de Puerto Hurraco es inevitable relacionarlo con el terrible crimen que se produjo un 26 de agosto de 1990 producto de las ansias de venganza de una familia (los Izquierdo) sobre otra (los Cabanillas).
Al
pasar aquel infierno, los habitantes de esta pedanía no han querido hablar ni
recordar tamaña atrocidad. Y justamente este año se han cumplido tres décadas
de lo ocurrido y se quiere dar por fin 'carpetazo' a este asunto.
Así
que en La Caverna dejamos este dossier completo sobre los sucesos y el misterio
de un crimen múltiple que se cerró con una detención de película y el
fallecimiento de los cuatro causantes en la cárcel y en un centro psiquiátrico.
Un crimen que quiere ser llevado a lo más profundo del olvido.
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Este es un caso de sensaciones, de crueldad, de odio, de venganza. Dicen que fue el último crimen de una ‘España Profunda’, donde el progresismo de la vida urbana se ve con recelo y a mucha distancia. Todos a estas alturas lo conocemos, sobre todo cuando leemos o escuchamos el nombre de un pueblo que ya tenemos tristemente asociado a un odioso y endemoniado crimen: Puerto Hurraco.
Porque tristemente el nombre del pueblo ya ha quedado marcado como esa extraña leyenda negra con aquel nombre que no puedes pronunciar ni siquiera delante de un espejo a oscuras o con iluminación de vela porque sabes que vas a vislumbrar el auténtico horror del ser humano. No es una exageración. La película El 7º Día de Carlos Saura relató de esa manera (tan criticada) el infierno que vivió esa pequeña pedanía aquella noche calurosa de agosto de 1990. Los hermanos Izquierdo moldearon el auténtico Averno en aquella calle Carrera, la única calle principal de la pedanía. La pedanía con un nombre cualquiera pero que quedó asignado como un hombre demoníaco, del que apenas conocemos su etimología y que quedó señalado en el mapa por el crimen de los hermanos Izquierdo que dibujaron con sus escopetas de caza.
Cartel de la película 'El 7º Día' (2004), dirigida por Carlos Saura. |
Detención
de Antonio Izquierdo, uno de los autores del crimen de Puerto Hurraco.
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La foto que dio la vuelta al mundo entero. El guardia civil Vicente Salguero a la derecha, el asesino Antonio Izquierdo en el centro, y el cabo Blas Molina a la izquierda.
- Una imagen que costó siete
millones de pesetas de entonces -40.000 euros-.
Realizada por Brígido
Fernández, del diario HOY.
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Blas Molina en su momento atendiendo al diario Hoy recordando el proceso de la detención de Antonio Izquierdo. // Fuente: diario HOY |
El fotógrafo Brígido Fernández posando con la famosa foto que realizó durante la detención de Antonio Izquierdo y que fue conocida a nivel mundial. // Fuente: elmundo.es |
De
todas las víctimas de los hermanos Izquierdo había dos adolescentes de unos 13
o 14 años que podría haber sido alguien como yo o aquellos dos amigos que
conocían antes este caso que yo cuando lo descubrí en la película de Saura. El
objetivo de los dos hermanos de 58 y 53 años eran los miembros de la familia
Cabanillas con los que tenían aquella rivalidad de muerte, pero aquella noche
no les tembló el pulso a la hora de asesinar a otros vecinos del pueblo por
creer que estaban más con sus enemigos, que con ellos. Y lo peor de todo ya no
fue el crimen en sí como un acto de locura transitoria, sino en la ausencia de
arrepentimiento de estos dos hermanos. La primera frase que Emilio le dice a la
Guardia Civil una vez uno de los Guardias Civiles le puso las esposas (en uno
de los operativos más grandes que quizá se hayan visto en pueblo extremeño)
fue: «Que sufra ahora el pueblo como he
sufrido yo».
Una
simple frase llena de odio y maldad. Nunca hubo arrepentimiento, nunca hubo
perdón. El final de aquellos hermanos iba a ser la cárcel de una forma u otra
como así fue. La condena para cada uno fue de 345 años de cárcel, quizá una de
las mayores condenas jamás impuesta. Pero según vecinos y gente aledaña al
lugar dijeron que el problema no solo fue de ellos, sino de sus hermanas
Luciana y Ángela. Las instigadoras, las que de verdad manejaban los hilos envenenando
la mente de sus hermanos con el acto vil del asesinato. El final de ambas
estuvo en un psiquiátrico. Ese que denominaron el último crimen de la España
negra sería muy debatido y rechazado por gente experta en la materia de la
criminología. Un crimen donde la sombra de Caín ha estado muy presente, o
incluso la imagen aterradora de otro cuadro mítico de la historia de la
pintura: Saturno devorando a su hijo, de Francisco de Goya.
……
Una
guerra que desató unas décadas antes, entre dos familias con motes muy
singulares: los Cabanillas eran los “Amadeos”
y los Izquierdo eran los “Pataspelá”.
¿El origen? Siempre relacionado con un problema de tierras y de lindes y otros
de que fue la llama de un desamor de Luciana Izquierdo. Sea lo que fuere, la
sangre siempre llegaba al río en los conflictos entre estas dos familias en la
que aquella noche ya alcanzó a los demás vecinos del pueblo que no tuvieron
culpa. Los Izquierdo ni siquiera vivían ya en el pueblo, pero estaban a tan
solo 10 km (en Monterrubio), y nunca quisieron olvidarse de la afrenta y hechos
anteriores como el fallecimiento de la matriarca en su casa en un incendio que
ellos siempre responsabilizaron a un Cabanillas. Aquellas dos sombras dantescas
y poseídas por el odio se presentaron en el pueblo ante los ojos atónitos de
los lugareños que no daban crédito a que el día fatídico iba a llegar de esa
manera. Dos escopetas Franchi repetidoras del calibre 12 y trescientos
cartuchos de postas que contenían los dos hermanos repartidos entre cinturones
y ropa de caza. Sus primeras víctimas: las dos pequeñas Cabanillas, Antonia y
Encarnación, de 14 y 12 años que jugaban en la calle en esa noche calurosa de
verano como era habitual en esa generación las que sufrieron el ardor furioso
de aquel plomo saliendo de las escopetas de los endemoniados Izquierdo. Manuel
Cabanillas sería el siguiente al salir de un edificio alertado por el ruido.
Los disparos fueron rápidos y a quemarropa, sin opción a reaccionar ni a
desviarlos. La última frase que solamente pudo pronunciar Manuel Cabanillas
antes de perder la vida fue “¿pero qué
cojones hacéis, Emilio?”.
Daba
igual la pregunta o la exclamación que se les lanzara, nada iba a detenerles.
Araceli Murillo moriría al querer socorrer a las niñas ya sin vida, José Penco
Rosales (que había trasladado a varios heridos a una localidad cercana) también
murió en plena ayuda ante el tremendo campo de batalla producido en el pueblo,
y después de ellos: Manuel Benítez, Antonia Murillo Fernández, Reinaldo
Benítez, Andrés Ojeda Gallardo e Isabel Carrillo Dávila. Nueve fallecimientos
que se unieron a quince heridos en una de las peores escabechinas que se
recuerdan en la historia negra de España.
Hasta
dos guardias civiles, Juan Antonio Fernández Trejo y Manuel Calero Márquez,
salieron heridos en esa misión de detener a los feroces asesinos que seguían
disparando a diestro y siniestro. Así que, en cuestión de poco tiempo, la plaza
y las aceras de esas pequeñas casas de la pedanía quedaron vacías y en
silencio. Donde en apenas unos minutos solo había jolgorio, risas y
conversaciones normales de la época y del día a día, todo quedó en un silencio
que como pasa después de una batalla o de una guerra, queda acompañado por una
pequeña brisa que trae un olor a muerte y a pólvora; el olor del odio.
Al
día siguiente, una batida impresionantemente grande de agentes de la Guardia
Civil acompañados de perros, todoterrenos y hasta un helicóptero rastrearon los
alrededores para encontrar a los asesinos. Y los encontraron tranquilos,
todavía con sus escopetas en mano y con las ganas de derramar más sangre si no
los hubiesen capturado en ese momento porque ellos ya tenían la conciencia
tranquila porque “habían vengado la muerte de su madre”. Y mientras los
hermanos fueron capturados, las hermanas Izquierdo también serían capturadas
(en su caso) en la estación de Atocha. En aquel juicio (mediático como era de
esperar) la defensa se empeñó en hacer creer al “enajenamiento” como la única
razón de que los hermanos lo hicieran.
Antonio Izquierdo y su hermano Emilio durante el juicio por el múltiple crimen que cometieron. |
Fue Antonio Machado el que dijo una vez que somos «un trozo de planeta por donde cruza errante la sombra de Caín». Hemos sido un país que casi en toda su existencia ha vivido de la afrenta, de la envidia y del rencor (incluso más hoy en día). Incluso con ese intento de Antonio Cabanillas por vengar la muerte de su padre Manuel, con cuchillo en mano y detenido por miembros de la Guardia Civil antes del comienzo del juicio de los hermanos Izquierdo demuestra que la venganza ha estado siempre presente en la mentalidad española como un país de guerreros que hemos sido siempre, en cualquier rincón de la Península. Mentalidad que ya la conocían las grandes mentes literarias del siglo XIX hacia atrás y que se escondió durante un tiempo cuando llegó esa Guerra Civil de 1936 y la posterior dictadura de Franco. Escondido en un baúl, pero jamás olvidado.
- Quizá por no darle más energía a la familia Izquierdo y de no darles más protagonismo y fama, el pueblo ya no quiere recordar, los implicados, tampoco quieren recordar. Hicieron su trabajo, y ahí quedó. Pero por entonces, los días después del múltiple crimen todo fue una sucesión de odio, insultos, nerviosismo, ansias de revancha, reclamación de la justicia... hasta que llegó la paz. Porque sí, tristemente la calma siempre llega tras la tormenta, aunque el dolor de la pérdida arrebatada de aquella manera jamás se recuperara. Los hermanos Izquierdo utilizaron a los vecinos de Puerto Hurraco como sus trofeos de caza (dicho frívolamente pero así es como lo demostraron). Hay ciertas zonas rurales, pequeñas y quizá con muy poco recursos, en los que todavía se cree que la venganza es un deber (así es como lo interpretó uno de los hermanos durante el juicio). ¿Qué hubiera pasado si la justicia no hubiese hecho su labor y los hermanos no hubiesen tenido una condena amplia? Hubieran vuelto a hacer uso de la venganza cruel y ruin, seguro. De hecho, Antonio acabó ahorcándose en su celda justamente cuando restaban pocos años para aquella “doctrina Parot” que dio libertad a muchos asesinos y ex convictos de larga duración que cometieron crímenes horrorosos en los noventa. Emilio ya no estaba a su lado, pero, ¿Qué hubiera pasado? Las ansias de venganza pueden mantener esa llama de la maldad muy viva durante mucho tiempo. Pero menos mal que en este caso, no fue así.
El
enfrentamiento siempre fue de palabra, pero nunca se pensó en que las palabras
pudieran convertirse en hechos. El pueblo quedó aliviado cuando los Izquierdo
desaparecieron de la faz de la Tierra. Dicen que aquel hecho duró 20 minutos,
que en ocasiones ese tiempo se nos puede hacer corto o muy largo. Pero aquella
noche, fue la noche quizá más larga de la historia de la pequeña pedanía por el
dominio del griterío desesperado, de los disparos y de la sangre derramada.
Desde entonces, este caso cerrado y acabado en masacre ha sido interés sobre
todo de estudiosos del crimen. En un reportaje publicado en El Español se puede leer una entrevista
que se le hizo a un psiquiatra extremeño llamado José Gómez Romero. Este hombre
pasó muchas horas a solas con los dos hermanos, con Emilio (de 56 años, el que
hacía de líder) y con Antonio (52 años). Cuatro sesiones de ocho horas cada
uno. Y fíjense de qué forma le relató Emilio Izquierdo lo que fue la
preparación y las ganas que tuvieron de hacer aquella noche lo que hicieron:
“Antes
de salir nos tomamos un lexatin de tres miligramos para que no nos temblara el
pulso al apretar el gatillo (...) Yo iba a apañar a Antonio Cabanillas o a sus
hijas, para que sepan lo que duele perder a un ser querido y dejarles un
recuerdo que no se les olvide jamás (...) Tiro a todo bulto que veo, apuntando
al corazón y a la cabeza”.
Dicen
que una mala maniobra de un arado sobrepasó las tierras vecinas y afectó a la
finca de Manuel Izquierdo y que ahí se sembró la semilla de la confrontación.
Otros piensan que fue un desamor con Luciana y Amadeo Cabanillas como los
implicados quedando la hermana mayor de los “Patas Pelás” como la mayor afectada. Pero para José Antonio Perozo,
el conflicto ya venía de muy atrás.
Ángela y Luciana, las hermanas Izquierdo y consideras las grandes instigadoras de que sus hermanos hicieran lo que hicieran. // Fuente: elpais.es
Luego
ya empecé a recordar que sí, que había habido muertes. Y yo sí que me hago responsable de las muertes que
hubiera, pero no recuerdo nada de eso." Le aseguraba al juez Emilio
Izquierdo durante el juicio que se celebró en enero de 1994. Decía no recordar
nada. Las hermanas iban a Moncloa, a contarle a Felipe González que los
Cabanillas merecían todo lo que les pudiera pasar.
-
Las hermanas Izquierdo, según José A. Perozo, fueron a ver a Felipe González (presidente del Gobierno por entonces) a comunicarles la deblace que iba a ocurrir.
Antonio y Emilio Izquierdo fueron condenados a 344 años de prisión cada uno, y sus hermanas, Ángela y Luciana, terminaron en un psiquiátrico de Mérida tras ser exculpadas. La última murió el 1 de febrero de 2005 con 77 años. Su hermana, 10 meses después. Emilio, de 72 años, fallece en 2006 por causas naturales en la cárcel de Badajoz y, cuatro años después, Antonio, con 72 años también, se suicida en prisión.
ENLACES:
https://www.elmundo.es/cronica/2015/08/30/55e17a17268e3e69128b4570.html
https://www.canalextremadura.es/noticias/30-anos-de-la-matanza-de-puerto-hurraco
https://elpais.com/politica/2017/08/10/actualidad/1502358903_752671.html
https://elpais.com/politica/2015/08/25/actualidad/1440533231_648486.html
https://elpais.com/elpais/2015/08/27/opinion/1440690767_903661.html
https://elpais.com/elpais/2015/08/25/fotorrelato/1440510307_505188.html#foto_gal_10
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