Imagen recreación de una 'reina' del vudú en Extremadura. // Fuente: Cuarto Milenio |
“Tuvo principio por declaración voluntaria, que sin ser llamada, hizo ante
el Comisario de la villa de los Santos el 11 de noviembre de 1773 María
Montaño, viuda de edad de 34 años, las dos llevando unos calzones del enfermo,
y habiendo informado a la rea del estado de aquel y preguntado si tenía remedio,
respondió que le tenía y que sanaría.
La rea les dijo, que volviesen al día siguiente llevando cuatro pesos duros, y que habiendo vuelto hasta la casa de la procesada le dio como cuartilla y media de un agua verdosa para que la bebiese el enfermo determinadamente tres veces. Que la bebió solamente dos veces, pues le causo tales cursos, que no se atrevió a más. Que la testigo volvió con esta novedad a la rea, y que esta le dio un aceite o pringue con yerbas de su corral para que le untase el vientre, pero que no surtió efecto. Que la testigo le preguntó, que enfermedad era la de su marido, contestándole la rea, que lo que tenía eran hechizos y que quién se los había hecho era alguien que tenía colmillo, pues tiene en el vientre un perro con cencerro y que yo soy la que he de curar a su marido.
Según varios testigos, para curar ciertos hechizos cometidos por otras brujas, mandaba pusiesen un muñeco de cera que ella previamente había preparado, muñeco que tendrían que lanzar a la lumbre y esperar a que el mismo explotase durante su quema, si estallaba era señal de que los hechizos o el mal que le hubiesen hecho desaparecería al instante, de lo contrario, si no explotaba, los hechizos continuaban en dicho paciente.
También la acusan por testimonios de
varios testigos, que en Zafra es bruja maestra ya que enseña a otras personas
como hacerlo, que hace pacto explícito con el demonio y que tenía un lazo atado
entre ella y el demonio mientras viviese. Que cuando profesaba culto al diablo,
le besaba y profería proposiciones de idolatría y apostasía.
Con fecha 8 de noviembre avisó dicho teniente alcalde, que en aquella fecha
había dado a luz una niña y que se llevó a la parroquia para que fuese
bautizada solemnemente, sin expresar en la partida la circunstancia de encontrarse
su madre presa en el Santo Oficio.
Restablecida la detenida, según el dictamen del médico, fue vuelta a las
cárceles en compañía de su hija, pero cierto día el alcalde de cárceles
anunció, que la prisión en que se encontraba estaba inundada y que sería
necesario por su salud y la de la niña que se trasladase a otro lugar,
dictaminando la Inquisición fuese de nuevo hasta la casa del alcalde.
Los calificadores del Santo Oficio
censuraron sus dichos y hechos de supersticiosos, sortílegos y maléficos, pues para lograr sus fines, la rea se valía de
medios que no tenían conexión con el efecto. También la acusan por
testimonios de varios testigos, que esta, en Zafra, es bruja maestra ya que
enseña a otras personas como hacerlo, que hace pacto explícito con el demonio y
que tenía un lazo atado entre ella y el demonio mientras viviese.
En la villa de Almendralejo una hechicera llamada María Sánchez, a ella
recurrió una vecina de Rivera llamada María Centeno, quien le contó a nuestra
amante de lo prohibido, que D. Alonso de Zalamea le había dado palabra de
matrimonio volviéndose en último momento atrás y concertando su enlace con Dña.
Inés Cabezas. Primero pretendió apartarlos, pero dado que no logró su intento,
pidió a la hechicera que hiciera algo para conseguir que Dña. Inés, un hermano
de esta y otro de D. Alonso a los que acusaba de haber influido en esta
relación, muriesen sin cumplir el deseo de casarse con su amado. María Sánchez
después de haberle dado unos polvos que no surtieron efecto, recurrió al
siguiente procedimiento donde el vudú es el más claro exponente de lo sucedido
y contado en el proceso que se desarrolló en el año 1737.
(…) mando traer una vela de cuarterón para la que dio esta reo el dinero, y se hizo tres pedazos con los que formó dicha María Sánchez tres muñecos y les clavó alfileres en la cabeza, barriga y pecho, diciendo ser uno de ellos D. José Zalamea y D. Pedro Cabezas y Dña. Inés su hermana los otros dos, que todos los tres muñecos los entró en una olla y se los dio a la reo para que en llegando a su casa hiciese un hoyo y los enterrase con la olla, y que de cuando en cuando le hincase los alfileres a dichos muñecos con lo que conseguiría la reo se muriese dicha Dña. Inés Cabezas, su hermano y D. José Zalamea, o que al menos perdiesen las amistades (…)[1] |
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