Entre Alconchel y Villanueva del Fresno, situado en la sierra de Moncarche, encontramos un monumento abandonado, en un convento del siglo XVI que está en mitad de la dehesa extremeña, entre fincas privadas con distintos tipos de reses, cotos sociales de caza y un cortijo cercano por donde puedes pasar tranquilamente abriendo una verja metálica donde sigue la ruta o camino de Los Jarales; ruta sencilla, tranquila y bonita para aquel senderista o ciclista que se precie, y que incluso en coche se puede hacer.
El
Señor de Alconchel, Don Juan de Sotomayor, mandó construir este complejo
religioso después de que un pastor diera la voz de que había visto una
‘presencia mariana’ en una cueva cercana al riachuelo Friegamuñoz (nombre del
pastor) un afluente del río Guadiana que nutre de vida y sonido a la llamada
sierra de Moncarche. Así que, lo más llamativo de este complejo ya muy
deteriorado y casi devorado por la naturaleza que habita en la zona es esa
cueva donde supuestamente el pastor vio aquella presencia mientras realizaba
sus labores en algún año anterior al siglo XVI o posterior. En 1590 comenzaron
las principales reformas de este lugar en el cual el edificio más importante
iba a ser una iglesia que se alzaría sobre una primitiva cueva, reconvertida en
cripta funeraria. En lo alto de ese edificio se alza la torre de un campanario
que cuando uno la ve parece imaginarse el repiqueteo de su campana anunciada
por aquellos monjes que acudían a rezar desde sus humildes chozas hasta la
llamada de la fe.
A
pesar de la irregularidad del terreno y lo escarpado que se vuelve el monte
precisamente en esa cuenca que abraza al arroyo, el que sabe un poco de
arquitectura histórica puede adivinar sin conocer su historia de que aquello
fue un convento pero, ¿cómo se nutrían sus huéspedes? ¿de qué vivían? Hablamos
de un lugar remoto, en mitad de la dehesa, donde las dos poblaciones más
cercanas (Alconchel y Villanueva del Fresno) están a más de 10 km, ¿por qué
eligieron precisamente ese lugar? ¿Tenía aquella cueva en concreto tanta fuerza
para crear un complejo religioso ahí precisamente?
Sorprende
ver que el acueducto, de construcción posterior alrededor del siglo XVIII,
todavía se mantiene en buen estado. Al llegar a la zona se ve su entrada
formada con un arco que aguanta el peso del arte arquitectónico y
característico que le da importancia y belleza al lugar. Vemos otro hueco unos
metros más a la derecha de esa entrada que podemos achacar a la huella de un
viejo disparo de cañón, a una simple caída de sus piedras. Pero ahí sigue el
acueducto como la pieza maestra que protege la cueva y los restos del convento
abandonado donde dicen que la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX
acabó con la forma de vivir que seguramente fue pacífica y curiosa de este
lugar.
El
acceso al lugar se puede hacer perfectamente en coche en un camino sin asfaltar
pero con enormes vistas a ambos lados de la dehesa extremeña. Un camino que
puede realizarse perfectamente en una ruta senderista o con bicicleta, donde
seguramente se crucen con reses de vacas y cerdos sueltos, a los que no hay que
molestar. Cantidad de encinas y plantas de todo tipo como las jaras y sus
preciosas flores que brotan en primavera, o incluso las orquídeas o gurumelos
que son arrancados y que sirven como manjar en cualquier plato gastronómico. El
acueducto es la clave arquitectónica de estas ruinas, por un lado accedemos con
un camino que cruza el arroyo y al que podemos acceder con cuidado metiéndonos
desde una valla con alambres y púas al que hay que atravesar con precaución. Hablamos
de un lugar privado, pero de acceso público al que hay que mantener el respeto.
Si seguimos el pequeño caminito, la cueva y su iglesia es lo primero que nos
encontramos. Deléitense con la pequeña caverna, respeten su entorno y recen a
su altar improvisado si es necesario. La maleza y la vegetación son los únicos
guardianes de esas construcciones en piedra y falsos techos donde pueden verse
todavía clavadas en un muro los huecos de lo que pudieron ser maderos para
guarecer un aposento. El lugar sobrecoge sobre todo porque te imaginas, ¿cómo
vivirían sus huéspedes? Si te atreves a subir el monte unos metros más arriba
tendrás una panorámica preciosa y admirada de la dehesa y todo el conjunto
histórico y religioso. Seguro, que el lugar no fue escogido al azar. El
santuario se encomendó a la Virgen de la Luz y se entregaron a los Franciscanos
Descalzos que seguramente algunos acabaron su vida enterrados cerca del lugar,
por eso es también considerado un Santuario.
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