En el año 2017 se publicó en la revista Nature una interpretación sobre un artículo que Winston Churchill escribió ni más ni menos que en el año 1939, donde escribió fundamentos científicos muy interesantes por aquella época donde no había tantos avances y el mundo ya se encontraba en un escenario convulso previo a una Segunda Guerra Mundial.
En este audio te lo cuento.
El primer día del mes de septiembre de 1939, Alemania invadió Polonia y eso fue el inicio de la que llamarían la Gran Guerra, la II y temida Guerra Mundial. El planeta Tierra, de repente, se vio sumido en una guerra que duraría varios años donde nuestro avance como humanidad se paralizó. Ya que en vez de continuar con la investigación, la curiosidad, las hipótesis, las teorías o los estudios sobre nuestra especie y nuestra posición en el cosmos, todas esas facetas se centraron en una cosa: en nuestra destrucción. Este dossier no va dedicado a ese episodio trágico de varios capítulos de nuestra historia (aunque tenga también sus historias de misterio), sino que va dedicado a algunas de aquellas personalidades históricas que participaron en aquella gran guerra de manera indirecta y que se convirtió en un personaje interesante en esos años (con sus claroscuros como todos) por su interés por la ciencia, la investigación, las preguntas existenciales de nuestra especie humana: Winston Churchill.
Ocho meses después de esa invasión de la Alemania Nazi sobre el país polaco y el comienzo del odio hacia el pueblo judío, Winston Churchill asume el cargo de primer ministro del Reino Unido. Mientras se dedicó a alertar por activa y por pasiva a su país y al mundo entero de la amenaza que suponían Adolf Hitler y una Alemania militarizada, compartió esos discursos de política y estrategia con otra de sus pasiones preferidas: la escritura. Durante ese tiempo tan convulso y preámbulo de las grandes batallas, escribió, entre otras cosas, una biografía en cuatro volúmenes del primer duque de Marlborough y una ristra de editoriales y artículos de opinión para periódicos y revistas. De todos esos temas, los que más le interesaban eran los de ciencia y sus artículos de divulgación científica versaban sobre todo: desde la evolución a la energía de la fusión, pasando por los alienígenas.
Ese mismo año de la invasión alemana (1939), Churchill escribió un artículo titulado "Are We Alone in Space?" [¿Estamos solos en el espacio?]. Pero ese artículo nunca lo publicó. Quizá fuera por aquella concatenación de sucesos que lo catapultaron hasta el punto álgido de su influencia política en una etapa importante para su país y para el mundo entero. Pero una vez terminada la guerra y haberla ganado, Churchill, ya retirado de la política activa del Reino Unido, rescató aquel artículo. Ya estábamos en la década de los cincuenta y le cambió el título a "¿Estamos solos en el universo?", pero seguía sin publicarlo. Y nunca supimos el verdadero por qué. Así que, cuando murió, el texto quedó archivado y guardado en un cajón del que el National Churchill Museum de los Estados Unidos se haría cargo. Nadie supo de su existencia, nadie le prestó atención, muy pocos conocieron a tiempo esa faceta oculta del ex Primer Ministro británico, hasta que se descubrió en 2016.
Y de ese artículo en concreto vamos a reflexionar, porque aunque no lo tengamos delante y se tenga guardado en su museo exhibiéndose cual joya perdida, es así realmente. Ese peculiar ensayo de Churchill planteó ideas muy adelantadas a su tiempo aparte de esa imparcialidad que mostró en sus conjeturas: "No soy suficientemente vanidoso para creer que mi Sol es el único de una familia de planetas", se planteó acerca del Sol y nuestro sistema planetario. Antes de que se descubrieran exoplanetas, Churchill ya llegó a la conclusión de que era lógico pensar que un gran número de planetas estaban "a la distancia correcta de su astro para mantener una temperatura adecuada", con agua y una atmósfera en la que podían albergar vida. A la vista de la envergadura del espacio y del número de soles que hay en su interior "es sumamente probable que una inmensa cantidad de ellos posean planetas cuyas circunstancias no imposibilitaran el desarrollo de vida", escribió. Y ya adelantó, a pesar de su escepticismo, sobre los viajes interestelares cuando admitió que "en un futuro no muy lejano, tal vez se pueda viajar a la Luna, o incluso a Venus o Marte".
Aun así, el escritor mostró un contrapunto lúgubre a su famoso artículo,
señalando a la propia humanidad cuando dijo: "Por lo que a mí respecta, no
estoy tan asombrado con lo bien que se nos está dando en nuestra propia
civilización, para abrigar la creencia de que seamos el único punto en este
ingente universo con criaturas que viven y piensan, como tampoco creo que
representemos la forma definitiva de desarrollo mental y físico que ha
aparecido jamás en la inmensidad del espacio y el tiempo".
Papeles originales del artículo de Winston Churchill escrito en 1939. |
En febrero de 2017, la revista «Nature» hacía público un documento inédito en el que Winston Churchill, exprimer ministro británico, exponía de forma razonable las condiciones necesarias para la vida en otros planetas y la posibilidad de que existan otras civilizaciones además de la nuestra en el Universo. El ensayo, conservado durante décadas en el US National Churchill Museum en Fulton, Missouri (EE.UU.), fue escrito en 1939, cuando Europa estaba al borde de la contienda. El astrofísico y divulgador Mario Livio, autor de "La proporción áurea", fue el que sacó a la luz ambos textos y quien escribió el artículo en la revista científica analizando cada frase y planteamiento que se hizo el ex político británico, y aunque es cierto, como bien dice Livio, que "su ensayo sobre la vida extraterrestre tenía algunos detalles incorrectos o inexactos (por información que aún no se conocía), Churchill tenía una excelente comprensión del panorama general de entonces".
Y es que, el influyente político comenzó con una breve descripción de la
historia de la vida con un relato de cómo la Tierra se formó, demostró su
familiaridad con ideas como la tectónica de placas, responsable de la formación
de cordilleras, algo que para Livio resultó "bastante notable" porque
esa teoría no se aceptó por los geofísicos hasta finales de la década de 1950
(y el ensayo fue escrito en 1939). Churchill reconoció, respecto al origen de
la vida, que "sigue siendo un completo misterio" (como lo sigue
siendo a día de hoy, en un avanzado y tecnológico siglo XXI) pero mencionó con
audacia esa teoría de la panspermia y la posibilidad de que la vida en
la Tierra llegara del espacio exterior. Y además, observó con admiración
aquellos dibujos de las cuevas de Francia y España y mencionó que fueron
creados por "hombres y mujeres" prehistóricos, compitiendo en calidad
con el arte moderno de entonces.
Churchill expuso en unas 14 páginas rescatadas de los archivos de Fulton,
sus conocimientos sobre la evolución, y lo abordó sin atisbo de argumentos o
sentimientos científicos de esta manera tan rotunda: «Incluso usted y yo
descendemos de un habitante del mar de aspecto un tanto torpe». Para él, la
selección natural (tan mencionada en la teoría de la evolución
darwiniana) era el factor importante para el cambio. Quizá cuando el joven
Churchill leyó El origen de las especies de Darwin con solo 22 años cuando
mientras estaba destinado en el ejército británico en la India a finales del
siglo 19 le influyera tanto, porque también se introdujo en la física. Este fue
el punto que para Livio le resultó más fascinante porque Churchill acepta que
somos simplemente un producto natural de la evolución darwiniana, como
lo es cualquier otro ser vivo; por eso se refirió a los dinosaurios como «grandes
monstruos espeluznantes de formas fantásticas y apariencia de pesadilla», y
sugirió que su desaparición se produjo por los cambios extremos de temperatura
que resultaron de eventos geológicos. Como aquel asteroide que cayó en la
Península de Yucatán.
Churchill dedujo que los mamíferos de sangre caliente comenzaron a
prosperar tras ese evento. De una rama de criaturas parecidas a monos, por eso
concluyó de esta manera: «fluyen las diversas corrientes que conducen a los
monos modernos, a los grandes simios, y uno, al menos, al hombre». De ahí
su fascinación y frase anterior sobre el arte de las cuevas de aquel
"mono" o humano evolucionado prehistórico con una frase excelente e
inimitable en cuanto a la forma en como la planteó:
«En días de dudas y depresión, podemos encontrar
consuelo en este pensamiento y en el estudio de nuestra historia escrita en las
rocas en una escala de tiempo que cuenta un millón de años».
Pero quizá el punto que más nos interese de los planteamientos que se hizo
Winston Churchill en ese artículo fueron sus razonamientos sobre la vida
extraterrestre, ¿qué pensó realmente? ¿cuáles eran las teorías que más se
acercaban? Como dijo Mario Livio una vez publicó el análisis de ese artículo: “En
un momento en el que numerosos políticos rechazan la ciencia, me parece que es
emocionante recordar a un líder que se comprometió con ella tan profundamente”.
Porque fue aplicando la ciencia como el político y primer ministro
británico entre los años 1940 y 1945 en su primera etapa y entre los años 1951
y 1955 en su segunda (falleció en 1965) ya se planteaba la mayor pregunta
existencial de toda nuestra existencia cuando cambió una palabra solamente de
su primer borrador de 1939 de once páginas, de
‘¿Estamos solos en el Espacio?’ pasó a llamarlo '¿Estamos
solos en el Universo?', ya que de esa manera mostraba una comprensión y
terminología científica más imparcial que se convertiría en interesante de
conocer cuando vio la luz hace solo cinco años.
Se dice que durante una estancia en la villa de su editor, Emery Reves, en
el sur de Francia, fue donde terminó y dio forma a sus conclusiones finales
sobre la vida más allá de nuestro planeta. La esposa de su editor, Wendy Reves,
entregó ese escrito a los archivos del Museo Nacional de Churchill de
Estados Unidos (situado en Fulton, Missouri) en los años ochenta. Ese
ensayo pasó a estar oculto en aquella colección privada de Reves hasta que el
director del museo, Timothy Riley, lo descubrió. Y entonces pasó a manos del
astrofísico Mario Livio para someterlo a un escrutinio científico y
académico. Y no fue casualidad que Churchill obtuviera el Premio Nobel de
Literatura en 1953, porque según Livio, el conocimiento mostrado en esas
páginas estaban bien relacionadas con la "investigación
contemporánea" y su "clarividencia" respecto al
"pensamiento científico". Y esto último iba en relación a sus teorías
astrobiológicas medio siglo antes de que se descubrieran los primeros
exoplanetas:
“Con cientos de miles de nebulosas, cada una
conteniendo miles de millones de soles, hay enormes probabilidades de que haya
un número inmenso de ellas que tengan planetas cuya condiciones no harían
imposible la vida“.
La vida como la capacidad de "reproducirse y multiplicarse", así
lo definió el político, historiador y elocuente orador. Y por eso dijo que un
planeta, para albergar vida, debía tener agua líquida y una temperatura que se
situase “entre unos pocos grados de hielo y el punto de ebullición del agua”.
“Yo, por mi parte, no estoy tan impresionado por el éxito que atribuimos a
nuestra civilización aquí como para estar dispuesto a creer que somos el único
lugar de este inmenso Universo que contiene vida, criaturas pensantes”, opinó
Churchill en su ensayo.
"Aquí esbozo el pensamiento de Churchill. En un momento en el que
varios políticos de hoy rechazan la ciencia, me parece conmovedor recordar a un
líder que se comprometió tan profundamente con ella. Así reza uno de los párrafos que escribe Mario
Livio. Y es que, un líder que se comprometió y escribió tanto de ciencia
siempre resulta interesante por la gran pregunta existencial que puede hacerse
y cuyo nombre es el 'Principio Copernicano': la idea de que, dada la
inmensidad del Universo, es difícil creer que los humanos en la Tierra
representen algo único. ¿Tendrá razón en cuanto a que Marte y Venus serán
los únicos lugares en albergar vida en nuestro Sistema solar? Porque
actualmente, nuestros planetas vecinos son los que más se están investigando.
Veremos a ver si el tiempo y las investigaciones científicas le dan la razón.
Ya acertó cuando dijo que "un día, posiblemente incluso en un futuro no
muy lejano, puede ser posible viajar a la luna, o incluso a Venus o
Marte", las próximas misiones tienen ese objetivo (sobre todo a Marte).
Los viajes y la comunicación interestelar todavía son difíciles como él también
dijo pero el entusiasmo que mostró se define con esta frase que dejó escrita:
"con cientos de miles de nebulosas, cada una de las cuales contiene miles
de millones de soles, las probabilidades son enormes de que debe haber un
número inmenso que posea planetas cuyas circunstancias no harían imposible la vida".
“Necesitamos científicos en el mundo pero no
un mundo de científicos”
WINSTON CHURCHILL
ENLACE
https://www.nature.com/articles/542289a
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